“El mundo es hoy en gran medida multipolar, pero compuesto no sólo por estados nación”
Mark Malloch-Brown es presidente de FTI Global Affairs desde donde asesora a empresas respecto de los riesgos y oportunidades asociados al desarrollo internacional, en particular en los mercados emergentes. Fue ministro de Estado para África y Asia en el Ministerio de Relaciones Exteriores del Reino Unido y miembro del gabinete del ex Primer Ministro Gordon Brown. Anteriormente, se desempeñó como Vicesecretario General y Jefe de Gabinete de las Naciones Unidas durante el mandato de Kofi Annan. Fue durante seis años administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), a cargo de las iniciativas de desarrollo de las Naciones Unidas en todo el mundo. Entre otras funciones, fue vicepresidente de los fondos de inversión de George Soros y de su Open Society Institute (OSI), vicepresidente del Banco Mundial y socio internacional principal de una consultora política. Comenzó su carrera como periodista de The Economist.
Es presidente de la Royal Africa Society y miembro de varios directorios de organizaciones sin fines de lucro y de juntas asesoras. Es miembro de la Cámara de los Lores y recibió el título de caballero en 2007.
En esta entrevista, Mark Malloch-Brown explica cómo comenzó a promover el concepto de la cooperación Sur-Sur en el PNUD y se refiere también a los límites de su aplicación. Si bien con un comienzo modesto, países como India, Brasil y Sudáfrica –con su capacidad para concentrarse en la política económica mundial– han contribuido a dar nuevo impulso a la cooperación Sur-Sur. Malloch-Brown también habla sobre la fortaleza de la sociedad civil que logra incorporar una agenda de los derechos humanos a la cooperación Sur-Sur y, al final de la entrevista, se refiere a los roles y espacios del nuevo escenario multipolar.
Conectas Derechos Humanos • ¿Cómo fue cambiando la cooperación Sur-Sur con el tiempo?
Mark Malloch-Brown • Cuando comencé a promover la cooperación Sur-Sur en el PNUD, se trataba todavía de un enfoque bastante nuevo en la cooperación para el desarrollo. Había, por ejemplo, muy poca asistencia técnica brasileña fuera de Brasil. Trabajé en un proyecto sobre las redes sociales y el comportamiento social que implicaba a Brasil y Mozambique. En aquel momento era bastante novedoso que Brasil participara de un proyecto así. Hay dos cosas que han cambiado desde entonces. En primer lugar, países como Brasil, India y, más notablemente, China, se han convertido en grandes donantes por derecho propio. Y segundo, los lazos económicos Sur-Sur han aumentado y mejorado drásticamente, en particular para un productor de productos básicos como Brasil y otros países del Sur. Estos factores han superado los modestos comienzos de la época en la que yo trabajaba en el PNUD. Los cambios que se produjeron en la economía política global han hecho que la cooperación Sur-Sur sea algo mucho más habitual en la agenda del desarrollo.
Conectas • ¿Puede dar ejemplos de casos en los que la cooperación Sur-Sur funcionó bien y casos en los que no?
M.M. • Uno puede considerar la cooperación entre gobiernos o la cooperación entre ciudadanos. Creo que la cooperación entre gobiernos ha tenido un impacto limitado. Por supuesto que el intercambio de asesoramiento a nivel de las políticas entre países como Brasil, Sudáfrica e India resulta útil porque sus experiencias políticas son mucho más parecidas que las experiencias de los países del Norte respecto de las del Sur. Pero de todos modos, el impacto que eso tenga puede ser bastante limitado. El diálogo político sigue dándose mayormente a nivel de los grandes acuerdos bilaterales, o de los bancos internacionales de desarrollo, como el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo. Donde el impacto de la cooperación Sur-Sur ha sido mayor es en la colaboración entre las sociedades civiles. De hecho, el valor de la cooperación Sur-Sur a nivel de los ciudadanos es, en muchos sentidos, muy superior. Se encuentra allí la chispa de la experiencia compartida. Lo que quizás sea más notable de la colaboración ciudadano a ciudadano es que no es estrictamente una colaboración entre ONG u organizaciones sin fines de lucro. Hay muchas empresas que participan también. Se ven, por ejemplo, empresas multinacionales o internacionales de origen indio, brasileño o chino que desarrollan proyectos agrícolas, de infraestructura o energía en otros países en desarrollo. Esto da como resultado una importante transferencia de conocimiento y experiencia. Yo, por ejemplo, presido una empresa agrícola y emprendimiento social en Ghana, en la que los gerentes medios son brasileños. En África Occidental, hay un creciente interés por las técnicas brasileñas de producción de arroz, dado que serían aptas para ser aplicadas allí por la similitud de las condiciones agrícolas, como el tipo de suelo, agua y demás. Entonces es este tipo de cooperación Sur-Sur entre las personas lo que probablemente esté dando los resultados más sorprendentes.
Conectas • Usted habla de las empresas del Sur Global y del positivo intercambio de conocimiento y experiencia. Sin embargo, algunas de estas grandes empresas del Sur han sido muy criticadas por la sociedad civil porque hacen exactamente lo que hacen otras multinacionales del Norte en los países del Sur. ¿Cómo le parece que los defensores de derechos humanos pueden hacer frente a las violaciones cometidas por actores no estatales? ¿El lenguaje de derechos humanos es suficiente o queda desactualizado ahora que algunos de los principales violadores de derechos humanos no son Estados?
M.M. • Ciertamente hace falta repensar y reposicionar el lenguaje de derechos humanos por esta razón. Un motivo por el que la cooperación Sur-Sur entre Estados ha sido decepcionante es que los Estados del Sur no están dispuestos a incorporar una dimensión de los derechos humanos a sus asociaciones de cooperación con otros países. Por ejemplo, un país como Brasil está mucho menos dispuesto que un país como Noruega a plantear preocupaciones respecto de los derechos humanos cuando brinda asistencia a un país africano. Este problema se agrava cuando muchas de las empresas que ingresan a los mercados del Sur funcionan con la experiencia de desarrollo que traen de sus orígenes en India o Brasil, en particular, con disponibilidad de mano de obra barata. Esto es a menudo un problema en los lugares en los que los trabajadores son en su mayoría migrantes y no gozan de un alto nivel de protección de sus derechos humanos. Ésta es la contracara incómoda de la importación de experiencia pertinente. Si bien resulta oportuno para quien la recibe, esta experiencia viene despojada del tipo de protección y premisas basadas en los derechos que se encuentran presentes en el razonamiento de desarrollo del Norte. Eso plantea un problema genuino. ¿Significa que defensores de derechos humanos deben reconstruir lo que están haciendo? Ciertamente, necesitan ampliar su trabajo y debatir de manera mucho más reflexiva acerca de las agendas económica y social. Hace falta valorar y reconocer los pros y los contras: las empresas que llegan a un país pueden traer cultivos y medios de sustento que no existían antes. Por el contrario, también puede darse una pérdida de derechos políticos y malas condiciones laborales. Los defensores de derechos humanos deben estar muy enfocados en esto. A menudo ambas cosas pasan desapercibidas porque no se presta suficiente atención a las cuestiones económicas y sociales, y también porque el foco sigue puesto en el Estado como autor de las violaciones de los derechos y no en el empleador empresario. Esta es una nueva óptica, que tiene muchos frentes.
Conectas • ¿Qué rol le parece que podrían desempeñar instituciones como el G-8, el G-20 o el Foro Económico Mundial respecto de la protección de los derechos humanos?
M.M. • Creo que desempeñan un papel en la promoción de las normas, pero no participan para nada de su vigilancia y aplicación. Son instituciones comerciales con una agenda comercial o gubernamental. Están diseñadas, desde su concepción, para ser de propiedad de todos sus miembros. Como espacio de diálogo sobre las normas, resultan útiles, pero no tienen mucho valor como nueva red alternativa de aplicación de los derechos humanos.
Conectas • ¿Cómo le parece que podrían hacerse oír los reclamos y demandas del Sur Global para que fueran integrados a las políticas y actividades de esas agrupaciones? ¿O le parece que no son el lugar adecuado para que eso ocurra?
M.M. • Esas instituciones están un tanto sobrevaloradas en cuanto a su capacidad de impulsar este tipo de agenda. Tomemos como ejemplo el Foro Económico Mundial. Se vio impulsado a ocuparse de cuestiones de derechos humanos como respuesta competitiva al Foro Social Mundial, pero como el Foro Social Mundial perdió en cierta medida su impacto global, el Foro Económico Mundial pudo volver atrás a una agenda menos focalizada en los derechos humanos. Su principal interés siguen siendo los temas relacionados con el desarrollo económico y tiene una importancia enorme en este sentido, pero no tiene ni quiere tener ninguna voz en lo que concierne a los derechos humanos.
Conectas • Las instituciones de derechos humanos del Sur siguen siendo financiadas por instituciones del Norte (OSI, Ford). ¿Qué le parece que significa esto para las organizaciones del Sur Global? ¿De qué modo las organizaciones del Sur pueden influir sobre la agenda de quienes las financian desde el Norte?
M.M. • Éste es un lindo problema. Las organizaciones como OSI y Ford se esfuerzan realmente por entender, ser sensibles y responder a una agenda del Sur. OSI no se ve a sí misma como una organización estadounidense y estoy seguro de que Ford tampoco. Si bien OSI tiene la mayor parte de su dinero y personal en Estados Unidos, se ha concentrado realmente en expandirse hacia otros lugares y en contar con una red de fundaciones en muchas partes del mundo. George Soros, su fundador, emigró de Hungría a Europa Occidental. Por lo tanto, se presta verdadera atención a las agendas del Sur. Si bien esto no es lo ideal y no reemplaza lo que podría ser una nueva generación de fundaciones del Sur, no es el problema más grave que tenemos. Estas organizaciones quieren tener la mayor credibilidad posible entre la gente común y corriente del Sur.
Conectas • ¿Le parece que el mundo de hoy es multipolar? Y de ser así, ¿siguen teniendo vigencia conceptos como los de Norte y Sur?
M.M. • Somos un mundo multipolar en gran medida. Somos parte de un mundo en el que hay un puñado de países que pueden proyectar su poder político y militar a nivel global, pero pueden hacerlo con mucha menos efectividad que en el pasado. Para resolver prácticamente cualquier situación hacen falta socios regionales y globales. Siria necesita a Irán y a Arabia Saudita tanto como a Estados Unidos y Rusia, por ejemplo. Y podríamos seguir enumerando actores regionales y mediadores políticos de las distintas situaciones o conflictos actuales. El mundo de hoy es multipolar en gran medida, pero no está compuesto sólo por Estados nación. El sector privado, la sociedad civil y otros grupos también participan del poder en esta nueva fórmula. Entonces, ¿eso hace que la división Norte-Sur sea útil? Mucho menos que antes. Pero continúa siendo un término más útil que “Oriente-Occidente”. Aunque Norte-Sur ya no sea una línea que pueda trazarse en términos estrictamente geográficos a la altura del Ecuador y que atraviese los océanos, sigue siendo una realidad que existen desafíos desde el punto de vista del desarrollo y disparidades en el nivel de ingresos que continúa siendo una característica de la vida en el Sur y no tanto de la vida en el Norte. Entonces, sigue habiendo algunas características distintivas de Norte y Sur, pero ya no se puede usar ese esquema Norte-Sur como la única forma de agrupar a los países del mundo. Hay muchos otros factores que nos permiten hacerlo, como la integración a nivel internacional, si se trata de una economía que participa del comercio, una democracia, una economía de mercado, y muchos otros.
Conectas • Cuando hablábamos de la cooperación Sur-Sur, y en relación también con lo anterior, usted mencionó que pareciera ser que hay nuevas potencias o nuevos polos de poder que adquieren un rol más importante en la esfera internacional. ¿Qué le parece que significa esto para los derechos humanos? Brasil, China, India, Sudáfrica y su preocupación por los derechos humanos… y ¿qué cambios le parece que se van a producir?
M.M. • En el corto plazo, se trata de un déficit neto, porque tenemos países que priorizan otras agendas por encima de la agenda de derechos humanos en su interacción con el mundo. Pero, con el tiempo, espero que vayamos hacia un compromiso ampliado para con la agenda de derechos humanos. Con suerte, la agenda de derechos humanos va a salvarse de recibir el rótulo de ser una serie de preocupaciones del Norte que se le imponen al Sur. Una economía política global más multipolar significa, en definitiva, un sistema de cumplimiento de los derechos humanos más multipolar también.