Diálogos

“Para luchar contra la desinformación hay que crear movimientos y solidaridad transnacional“

Otto Saki

Mònica Amorós Gurrera

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Entrevista con Otto Saki
Por Revista Sur

Los caminos para combatir la desinformación y sus efectos nocivos están en construcción. En el momento actual de desarrollo histórico y tecnológico, la conciencia de la sociedad global sobre la desinformación ha aumentado, pero no en la misma medida que el poder y la influencia de las grandes tecnologías de la comunicación y los medios sociales. Por otro lado, todavía no hay respuestas fáciles a los dilemas que implican, entre otras cosas, la libertad de expresión, el derecho a la privacidad y la responsabilidad de las empresas. Sin embargo, el paradigma de los derechos humanos sigue siendo una vía ética viable para orientar la búsqueda de soluciones y el diálogo entre las partes interesadas, incluida la sociedad civil.

«Tenemos que pensar en modos más ágiles, más receptivos, más veloces en nuestro trabajo para no ser sobrepasados por el nivel de desinformación que está siendo generado», dice Otto Saki, responsable de programas globales del equipo de Compromiso Cívico y Gobierno de la Fundación Ford. En esta entrevista, Saki llama la atención sobre la dimensión del poder de las empresas que equivalen a los Estados-nación, y la necesidad de actualizar el activismo y las prácticas de derechos humanos frente a la penetración de los canales de desinformación. Para él, es crucial construir un modelo de colaboración transnacional, privilegiando los significados colectivos de la agenda de derechos humanos, dado que los efectos nocivos de la desinformación se producen y se sienten en escalas sin fronteras e intercambios mutuos de influencia.

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Revista Sur • ¿Cómo podemos luchar contra la desinformación protegiendo al mismo tiempo los derechos humanos y las libertades fundamentales?

Otto Saki • Lo primero que tenemos que reconocer es que hay nuevos actores, nuevas instituciones y nuevas voces que históricamente no han estado involucradas en la protección de los derechos humanos o en la generación de información. Estamos hablando de las plataformas de redes sociales, nuevas tecnologías y empresas que son más ricas y más poderosas que los Estados-nación. Si miras el poder que tiene Meta o Facebook, Amazon o Google, su capital, lo que valen y el valor que se les da, son más ricos que la mayoría de países, incluso considerando los que están en el Norte Global.

Son actores poderosos. Son estados en sí mismos, especialmente cuando consideras su infraestructura. Así, una de las cosas que debemos tener en cuenta es que los instrumentos que tenemos, que fueron diseñados pos-1945 bajo la infraestructura de los derechos humanos de la ONU, aún no se han enfrentado a estos nuevos agentes de poder. Considerando el modo cómo está estructurado el lenguaje de los derechos humanos, no se han previsto del todo situaciones donde una empresa es más poderosa que una nación.

Una de las cosas que debemos analizar es: ¿quiénes son los agentes de poder? ¿Quién está realmente tomando las decisiones con respecto a la desinformación y la información? Estos actores pueden estar aprovechando esa infraestructura para lograr objetivos políticos, pero algunos de ellos de hecho están tan desconcertados por la presencia de la desinformación como lo estamos nosotros. No saben realmente qué hacer con ella y pueden no tener la infraestructura política, técnica o incluso jurídica para abordar estos temas.

La segunda cuestión es que el ámbito de los derechos humanos, a causa de su naturaleza, se ha convertido en un asunto polémico debido a la constatación de que tal vez no haya dado resultados como instrumento o herramienta de intervención. ¿Estamos frente a una situación donde están apareciendo nuevas herramientas o nuevos marcos de compromisos que no están necesariamente orientados hacia los derechos humanos debido a nuestra desilusión con el discurso de los derechos humanos?

No creo que la desilusión con el discurso de los derechos humanos sea un tema que deba ocuparnos demasiado pues todas las teorías, todas las construcciones sociales tienden a pasar por altibajos. Esto no es algo exclusivo de los derechos humanos. La democracia ha sido cuestionada como herramienta. El capitalismo ha sido cuestionado desde tiempos inmemoriales por los comunistas y los socialistas, pero probablemente ha superado la prueba del tiempo, ya que muchos de nosotros lo estamos practicando o estamos forzados a participar de él, aunque podamos ser izquierdistas, comunistas o socialistas en privado.

Así que desde mi punto de vista, mientras que el discurso del marco de los derechos humanos tiene limitaciones en lo que se refiere a la información y la desinformación, sigue siendo el más viable y el más inclusivo entre muchos intereses divergentes. Si decides adoptar un modelo capitalista para controlar la desinformación, no vas a tener éxito porque se gana más dinero con la desinformación. Si vas a tomar un enfoque de bienestar, es muy probable que no tengas éxito porque estás poniendo a ciertas personas en desventaja en comparación con otras. Si adoptas un principio de mercado, que podría no ser necesariamente capitalista del todo, tampoco serás capaz de encontrar una solución. La dimensión de derechos humanos tiene la capacidad de incluir todos estos intereses divergentes; no para encubrir o pasar por alto sus insuficiencias, sino para resaltar de hecho las deficiencias como puntos para desarrollar y para progresar.

Sur • ¿Puedes hablar más en detalle sobre cuál sería el papel del sector privado y las corporaciones que dominan el mercado tecnológico en este debate sobre la democracia y la desinformación?

O.S. • Tenemos que reconocer que la mayoría de estas empresas son producto de prácticas democráticas y de derechos humanos. Han tenido un buen margen de espacio abierto para ser creativas. Su florecimiento y crecimiento son probablemente un reflejo de la habilidad de algunos países en los que están localizadas de proporcionarles espacio para hacerlo de modo creativo. Lo que me preocupa es la posible instrumentalización y armamentización de su aumento de capacidad, que luego nos enteremos de ganancias desenfrenadas a expensas de la protección de los derechos humanos.

[Estas empresas] tienen que darse cuenta de esto, y muchos lo han hecho, pero debido a los diferentes modelos de negocios que tienen no se están dando cuenta de que un modelo de negocios sostenible es uno que protege realmente los derechos humanos; incluyendo el hecho de lidiar con la desinformación. Ahí es donde su creatividad y su capacidad deberían entrar en juego en el futuro. Aunque ahora tengamos grupos como Meta, Google, Twitter, TikTok y la lista continúa, desarrollando normativas de derechos humanos, políticas de derechos humanos, marcos de trabajo, e incluso estableciendo un equipo completo de derechos humanos, esto tiene que ir complementado por un enfoque honesto que abarque toda la empresa. No es suficiente con que se tenga una sección de derechos humanos, porque la sección de derechos humanos en Meta, dado lo grande que es como corporación, no es suficiente.

Mientras no tengan un enfoque de derechos humanos que incluya toda la empresa, estos esfuerzos todavía estarán aislados, limitando su eficacia. Es por esto que cuando un grupo como Facebook y Meta publica un informe de derechos humanos, tal y como han hecho en el pasado, los defensores de derechos humanos y la sociedad civil los vuelve pedazos porque no se considera un planteamiento que incluya toda la empresa. “No es más que una pequeña molestia, continuaré haciendo mis negocios como siempre.”

El sector privado tiene que reconocer que hay una serie de principios y políticas en vigor – los principios sobre las empresas y los derechos humanos de Naciones Unidas – y ahora nos estamos moviendo hacia el desarrollo de un tratado sobre empresas y derechos humanos. Esto es importante, pero hasta que tengan lugar, y solo si tienen lugar, estos cambios deliberados en los modelos de negocios de las empresas, pueden tardar unos cuantos años más para llegar al escenario en que haya respuestas muy eficaces a la desinformación.

Los gobiernos y actores políticos tienen una relación de amor y odio con la desinformación. En algún momento, muchos de los que están en el poder o ascendiendo al poder pueden ver la importancia de la desinformación para sus objetivos. Si hablamos de la era anterior a la presidencia de Trump, ¿le importaba a Trump la desinformación entonces? Quizá sí, quizá no. Pero cuando alcanzó la presidencia, pudieron ver que la información trabajaba a favor suyo. Entonces salieron a decir: “queremos eliminar la desinformación en estas plataformas”. Pero es una relación complicada; a falta de una palabra mejor podríamos llamarla una relación esquizofrénica. En algún momento, los gobiernos quieren utilizar la desinformación para sus objetivos políticos. Si vas en contra de tus oponentes políticos, ellos no dudan en crear información falsa con la intención de causar daño a sus oponentes. Eso lo hemos visto una y otra vez.

Para mí, los niveles de sinceridad de los gobiernos a la hora de afrontar esto realmente son dudosos. No creo que sean las mejores instituciones para abordarlo, porque sus motivos no son siempre sinceros. De ahí, nuestra insistencia en utilizar un marco internacional de derechos humanos. Teniendo en cuenta las distintas variaciones de los contextos, es el única normativa uniforme con la que puedes hacer que todos tengan que rendir cuentas: las disposiciones del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, las disposiciones y principios de la Carta de Naciones Unidas o la Declaración de Derechos Humanos o aquellas de organismos regionales, como las normativas interamericanas, africanas, asiáticas o europeas. Todas estas normativas emanan de la arquitectura mundial de derechos humanos.

Este es el marco de referencia que podemos usar. Los gobiernos son importantes, sí, pero no creo que debamos darle el mandato y responsabilidad exclusivos porque tienen intereses en el uso y abuso de la desinformación, incluyendo los casos en los que le resulta beneficiosa, así como a sus relaciones con el sector privado, que es el que promueve sus objetivos corporativos y de lucro.

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Sur • En cuanto a la sociedad civil, en su opinión, ¿qué espacios de actuación son posibles, especialmente a nivel de diálogo entre países?

O.S.: Para luchar contra la desinformación hay que crear movimientos trasnacionales y una solidaridad transnacional. Por eso considero que el trabajo que ha hecho Conectas durante todo este tiempo es muy importante. Sé que es caro tener conversaciones transnacionales porque estamos tratando con distintas culturas, distintas lenguas, distintas franjas horarias… infraestructuras coloniales profundas, entre las que, de nuevo, se puede incluir a la infraestructura de los derechos humanos ya que es una arquitectura de poder y antigua, en algunos casos. Pero, es todavía una arquitectura que puede hablarle a nuestra diversidad y humanidad. El desarrollo de respuestas transnacionales es importante porque declaraciones desde Brasil, por ejemplo, son dadas a conocer y tienen un impacto enorme en alguna otra parte del mundo, en Zimbabue, por ejemplo, sin que sepamos que tienen ese nivel de impacto transnacional. Y hemos visto esto en todos los movimientos anti-derechos: el movimiento contra los derechos de género, persecución contra la población negra y campañas contra gente africana y de descendencia africana. Este es un tema transnacional.

Lo mismo ocurre con la desinformación, porque la desinformación solo me explica como cierta información es utilizada y se convierte en un arma con la intención de causar daño, y podría atravesar todas las áreas que he mencionado. Así pues, el desarrollo de un movimiento transnacional es importante. Aquí es donde entra la sociedad civil. Desafiar a la desinformación a escala local y nacional es importante. Puedes hacerlo, pero estás lidiando con actores transnacionales. Meta no se identifica únicamente como Meta Brasil. Es Meta “en todas partes”. Google no es solo Google Brasil; es ubicuo, a falta de una palabra mejor. Puedes encontrar Google y acceder a esta plataforma en áreas donde la gente quizá no es capaz de acceder ni siquiera a servicios básicos. Así es como se han vuelto de predominantes estas plataformas.

Ciertamente, hay cuestiones sobre el acceso a internet. Casi el 80% del mundo conectado está en el Norte Global, y el Sur Global está menos conectado. Este es un efecto con el que tenemos que lidiar. Pero aun así tienen mayor alcance que servicios públicos comunes que intentamos introducir en la mayoría de países.

La construcción de un modelo transnacional es importante. No podemos luchar contra la desinformación o responder a la desinformación desde compartimentos. No funcionará. El interés e impacto de cualquiera que está produciendo desinformación puede ser un nicho localizado de objetivos políticos, pero puede tener implicaciones transnacionales.

Sur • En el contexto de la lucha contra la desinformación, ¿cómo analiza la descentralización de las funciones de quienes producen información, en relación con la prensa tradicional, y abogan por la libertad de expresión en Internet?

O.S. • La libertad de prensa continúa siendo importante, tanto en relación al acceso a la información como a la práctica de la profesión de periodismo. Pero el periodismo ha mutado con el tiempo. Ya no tienes solo periodistas acreditados que van a la universidad y obtienen en un título. Hoy tenemos ciudadanos periodistas, creadores de contenido, contadores de historias, trabajadores de medios de comunicación que quizá no se identifican como tales. Tenemos que expandir el grado de protección o la interpretación que ha sido provista en el tema de la libertad de prensa para hacerlo más amplio y más inclusivo.

Hay tantas preocupaciones sobre la legislación de internet. En algún momento, Brasil estaba liderando el desarrollo de una infraestructura de gobernanza de internet y enfoques con múltiples partes interesadas. Pero al mismo tiempo, muchos países están aplicando leyes y reglamentos que hacen difícil ejercer los derechos en línea. La libertad de expresión en línea está siendo criminalizada, y la criminalización de la desinformación podría no ser la solución, es decir, simplemente criminalizarla. También quieres motivar a la gente a decir la verdad, porque la verdad puede socavar cualquier cosa que es falsa. Si una afirmación falsa está causando daño, lo que hacemos para corregirlo es decir lo que pensamos o lo que creemos que es la verdad.

Pero también vemos que los gobiernos están promoviendo el secretismo. Están diciendo, “no queremos desinformación”, pero al mismo tiempo están promoviendo el secretismo. ¿Si hay un vacío, que hace la gente? La gente lo llena con otra cosa, que puede no ser la verdad.

La aprobación de una legislación para internet está ocurriendo por todas partes. Lo vimos con la pandemia de COVID-19, muchos países aprobaron leyes que criminalizaron la desinformación sobre la pandemia. La solución fue hacer que la OMS, como Organización Mundial de la Salud, diera información verídica sobre el tema.

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Sur • ¿Tienes alguna idea sobre estrategias que han tenido éxito o se están utilizando con éxito para resistir y combatir la desinformación en distintos países y contextos?

O.S. • Lo primero es realmente construir un ecosistema de actores que proporcionen recursos para poder disputar la desinformación. Es importante que invirtamos en esa infraestructura. El desafío que tenemos con nuestro modo de pensar actual y el enfoque de la lucha por los derechos humanos es tratarlo como un tema a corto plazo. Hablamos de dos años, cinco años… pero esto va a ser una inversión a largo plazo. Cualquier persona dispuesta a lidiar realmente con la lucha por los derechos humanos debería pensar en inversiones a largo plazo. No es un ciclo de programas o un ciclo de proyectos; es una inversión de por vida, un compromiso de por vida en hacer avanzar la protección y promoción de los derechos humanos.

El segundo es que la solidaridad transnacional también necesita de un enfoque de múltiples partes interesadas. Todos tienen que desempeñar su papel. El sector privado tiene que participar. Y, por supuesto, también hay políticas y enfoques comunitarios. Los gobiernos también tienen que participar porque si estamos hablando de una perspectiva de derechos, al menos la arquitectura de la infraestructura de los derechos tal y como es hoy en día requiere gobiernos para proteger, fomentar y cumplir los derechos humanos. También necesitamos un rol para la sociedad civil.

Así que estos tres actores son extremadamente importantes. Pero es más importante el ciudadano y la ciudadana, la persona común; una persona común que recibe la desinformación y usa esta plataforma. Tenemos que enfocarnos en ellos en estas discusiones ¿Qué estamos intentando hacer para reducir el daño a esta persona, a este individuo, o a esta comunidad?

También tenemos que hablar de las agrupaciones y las plataformas del sector privado. ¿Dónde pasan ellos el tiempo? ¿Sólo en las autopistas de Silicon Valley? ¿Solo en las salas de juntas de empresas de comunicación o en las capitales? Tenemos que empezar a invertir tiempo en ir a lugares donde estos actores pasan tiempo para mantener conversaciones con ellos; y de nuevo, esto es caro. Pero es ahí donde estas decisiones están siendo tomadas a un ritmo mucho más rápido que nuestra capacidad de respuesta. También tenemos que pensar en modos más ágiles, más receptivos, más veloces en nuestro trabajo para no ser sobrepasados por el nivel de desinformación que está siendo generado.

El último componente que debemos considerar es el siguiente: ¿quiénes son los accionistas de estas empresas? ¿Quién es realmente el dueño de ellas? Meta, podríamos decir, está hecho de unas pocas subdivisiones principales bajo una familia, al igual que Google. Tenemos que empezar a pensar con más creatividad sobre las otras plataformas para poder exigir responsabilidades al poder corporativo a través de su estructura corporativa. Si soy un accionista, incluso si tengo una acción entre millones, esa es mi voz en la empresa. Debería poder decir, “¿dónde se está invirtiendo mi cuota? ¿Dónde estáis invirtiendo mis dólares?”. Construir activismo de accionistas va a la raíz de construir una ciudadanía activa, mundial. Esto es importante porque trae rendición de cuentas a los actores corporativos a través de individuos que tienen intereses particulares, que dicen, “Voy a tener beneficios, pero no los voy a obtener manchados”.

Esto es lo mismo que vemos en el movimiento por el clima: sí, queremos beneficios, queremos obtener un beneficio de esto, pero no un beneficio manchado. Lo mismo se aplica a estas empresas tecnológicas: no deberías invertir nuestro dinero y obtener beneficios de la desinformación, del capitalismo de vigilancia, del marketing de datos personales y demás. Queremos modos de obtener beneficios que estén alineados con los derechos humanos. Supongo que eso es lo que llaman “capitalismo saneado”, en cierto modo.

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Sur • ¿Cómo ves los límites entre libertad de expresión y derechos a la privacidad en casos donde algunas personas invocan esta libertad para divulgar mentiras y causar confusión entre sus vecinos y oponentes?

O.S. • Esta es una tensión antigua, de hace mucho tiempo, entre el derecho a la privacidad y el derecho a la libertad de expresión o acceso a la información. Siempre ha habido un modo en que estos derechos se complementan también. Sin embargo, si eres un funcionario público y ocupas una posición de influencia, invocar el derecho a la privacidad en asuntos relacionados con el público no encaja bien con la rendición de cuentas y los principios democráticos. En ese caso, no puedes pedir confidencialidad y privacidad para trabajar con cosas que son realizadas para el bien público.

Pero, claramente puede haber temas de individuos que ni estaban en espacios públicos, ni en posiciones de influencia o cargos electivos, que pueden sin duda invocar la privacidad. De lo que tenemos que darnos cuenta y en lo que tenemos que enfocarnos es en cómo avanzar ambos derechos sin que aparentemente socavemos ninguno de los dos. Así es como siempre han sido los derechos; son interdependientes. Cuando hay limitaciones, estas limitaciones tienen que ser legítimas, proporcionadas y necesarias, así como ajustadas a la ley. Si estos preceptos no son cumplidos, ciertamente puede decirse que hay un problema. Es por eso que el derecho internacional ha ayudado a definir los parámetros para la limitación de esos derechos.

Se puede ver que en muchos países, los derechos de los ciudadanos a la privacidad se han visto mermados; por ejemplo, por medio de la vigilancia. Una infraestructura de vigilancia que no está sometida a ninguna supervisión. El poder ejecutivo del gobierno tiene niveles de influencia desproporcionados sobre la manera en que las compañías de telecomunicaciones y proveedores de servicios de internet trabajan y en toda la infraestructura de vigilancia. En este caso, tanto el derecho a la privacidad e incluso de expresión sufre porque hay un efecto paralizador: cuando los periodistas, actores de la sociedad civil o políticos, saben que están siendo vigilados dejan de hablar, de ser críticos; simplemente se retiran. El coste personal puede ser mayor que la recompensa de expresarse, y te das cuenta de que tu santuario interno, tu persona interna ha sido vulnerada debido a la infraestructura de vigilancia.

Así que la tensión sigue ahí, pero también vemos que ambos derechos están siendo vulnerados a gran escala. Los defensores de la privacidad no deberían verse únicamente como defensores de la privacidad. Deberían verse también como defensores de derechos porque el derecho a la privacidad se cruza con el derecho a la expresión, dignidad y tantos otros. Este es lo que estoy intentando decir sobre romper nuestra compartimentalización. La mayoría de nosotros en la fraternidad de derechos humanos nos vemos a nosotros mismos en compartimentos. “Estoy hablando del derecho a la comida y por tanto, no necesito hablar con alguien que está hablando del derecho a la salud”. Si no tengo comida, entonces no tengo salud y no tengo dignidad. El encadenamiento sigue y sigue.

Quizá porque hemos sido formados para pensar en términos de propuestas y programas de proyectos, estamos dejando de tener un sentido colectivo de nuestra agenda de derechos humanos. Necesitamos pensar sobre eso.

Sur • En este sentido, ¿cuál es tu perspectiva sobre el papel de los derechos humanos en la lucha por la democracia y el desafío de articular distintos puntos de vista y movimientos hacia ese objetivo?

O.S. • Hay una necesidad del movimiento de derechos humanos de articular el “qué” con el “cómo”, pero también ser muy consciente que el propio discurso de derechos humanos, las palabras que utilizamos, pueden no resonar con las personas. Tomemos el ejemplo de la pandemia. Desde una perspectiva de derechos humanos, ahí vimos la importancia de implementar el derecho a la salud sin variaciones; todo el mundo debería tener acceso a él, etc. Lo mismo en el derecho al agua, el derecho a la vivienda… todos los “porqués” de los que se hablaron fueron puestos a prueba. Pero alguien mirando desde una distinta perspectiva diría, “esto es el resultado de las desigualdades causadas por el capitalismo o las políticas del Norte Global diciéndonos que dejemos de invertir en infraestructura pública y privaticemos la salud, agua y educación; privatizarlo todo por una ideología impulsada por el capitalismo”. Pero aun así, todo vuelve a los derechos.

La cuestión es que tenemos que encontrar maneras de articular lo que estamos haciendo; no en un sentido comercial o como capricho, pero explicarlo de tal manera que todo el mundo pueda entender de qué trata el lenguaje de los derechos humanos. Ahora mismo, en los últimos meses ha habido un resurgimiento de las protestas por todas partes. Casi no pasa ni una semana y ya escuchas sobre otro país que está en llamas por protestas. En Sri Lanka, lugares que te imaginas como destinos turísticos. Es Mozambique, Malaui… la lista sigue y sigue. En el fondo, la gente no está protestando porque le gusta pasar tiempo en las calles, están protestando porque ahí no están cubiertas las necesidades básicas: comida, agua, trabajo, acceso a la salud. Consideremos el hecho de que hubo incluso más protestas en el momento álgido de la pandemia. Eso demuestra que existe una relación con lo que nosotros, como activistas o defensores de los derechos humanos, estamos haciendo. Pero probablemente no logramos conectar con el ciudadano de a pie. Eso es importante.

Tiene que haber una demostración muy deliberada de que la democracia y los derechos humanos funcionan, de que hay dividendos que podemos obtener de eso. Porque cuando no somos capaces de mostrar esos beneficios, puedes acabar viendo a los ciudadanos colocando su confianza en hombres más poderosos; el síndrome del “gran hombre”, regímenes militares, gente diciendo, “es mejor para nosotros estar bajo un régimen militar porque confiamos más en soldados de lo que confiamos en civiles”; o autócratas alcanzando de hecho el poder posiblemente debido a la desilusión de la gente con la democracia. Sabemos que esto siempre durará poco, ¿pero por qué tenemos que pasar por procesos tan dolorosos en vez de atenderlos?

Otto Saki

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Entrevista realizada por Renato Barreto y Maryuri Mora en Julio de 2022.
Original en inglés. Traducido por Sebastián Porrúa.