Ensayos

¡Soy defensora de los derechos humanos!

Ishtar Lakhani

¿Cuál es tu súper poder?

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RESUMEN

¿Qué te hizo preocuparte por derechos humanos y por qué deberían otras personas hacerlo? A través de la narración personal de historias, este artículo explora cómo activistas de justicia social pueden usar sus propias trayectorias y narrativas para motivar e inspirar a otras personas a involucrarse en la lucha por la justicia y la igualdad. Al aprovechar el poder de las narrativas, la creatividad y la diversión, las y los activistas de derechos humanos pueden crear campañas más accesibles, colaborativas y efectivas.

Palabras Clave

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Todo súper héroe tiene una historia de origen, una narrativa que funda, explica y, frecuentemente, alimenta el celo inquebrantable del héroe por la justicia. Bruce Wayne (alias Batman) quedó huérfano después de presenciar el asesinato de sus padres durante un asalto. A la princesa Leia le destruyó totalmente su planeta el malvado Imperio, en Star Wars. Katniss Everdeen se hace voluntaria en Los Juegos del Hambre para proteger a su hermanita y La Novia [The Bride], el personaje de Uma thurman en Kill Bill, tiene su historia de origen en la revancha producto del asesinato en su fiesta de matrimonio. Todos estos personajes tienen algo en común más allá de su deseo compartido por la justicia: ellos tuvieron una experiencia personal profunda que los movió a dedicar su vida a la lucha por justicia, frecuentemente teniendo que poner su vida en riesgo.

Ahora bien, ¿qué tiene que ver esta historia de origen de los súper héroes, con las y los defensores de los derechos humanos, y el actual escenario de justicia social? Yo diría que casi todas las personas que trabajan en el campo de los derechos humanos tienen sus propias historias no tan distantes de las historias descritas anteriormente. Después de haber estado trabajando con un amplio abanico de profesionales defensoras/es de los derechos humanos alrededor del mundo, desde líderes barriales y comunitarios hasta abogadas/os, comunicadoras/es y especialistas en políticas públicas, siempre he tenido un interés profundo en sus historias de origen. Les he hecho a cientos de personas la misma pregunta: “¿Qué fue lo que te hizo interesarte por los derechos humanos? Puedo decir con mucha seguridad que aquellos que decidieron trasegar la empinada colina de la justicia social lo han hecho motivados por complejas cuestiones profundamente personales.

Mi historia de origen y la razón por la cual trabajo por la justicia social no es muy diferente. Como una mujer disidente del sistema sexo-genérico, y racializada, nacida en el apartheid de Sudáfrica, de padre hindú y madre musulmana, mi experiencia de la desigualdad y la injusticia fue, y es – a falta de una palabra mejor– complicada.

Desde una temprana edad me di cuenta que algo no andaba bien con el mundo cuando el estado de apartheid nos decía donde podíamos vivir, a cuáles escuelas podíamos ir y a quién podíamos amar. Tuve bastante suerte de tener dos padres involucrados en la lucha contra el apartheid y a favor de la igualdad, y que usaran su creatividad y su pasión dentro de su activismo. Mi madre, feminista, historiadora del arte y profesora; mi padre, actor y periodista; ambos me expusieron a toda una multitud de maneras de desafiar la opresión, interrumpir el poder y movilizar a las personas en solidaridad. A veces la resistencia lucía como una marcha masiva en las calles, a veces era un boicot, a veces consistía en invitar amigos y amigas a cenar, y otras veces era amar a alguien. Crecer rodeada de teatro protesta, arte, literatura feminista y una familia ingobernable me condujo por el camino del activismo. Este camino no ha sido fácil (nunca es fácil aplastar el patriarcado capitalista), pero me gustaría compartir con ustedes algunos de mis aprendizajes hasta ahora.

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Hablando con las siglas de la justicia social

Te sonarían familiares frases como: “Aquí estamos haciendo trabajo serio. No hay espacio para juegos y diversiones.”, “¿Por qué crees que se llama lucha anti-apartheid?”, o “Marchemos hacia el parlamento y colguemos una lista de demandas”. Al haber pasado la mayor parte de mi adolescencia y vida adulta en medio de movimientos sociales, redes y organizaciones, he escuchado estas frases muchas veces en mi vida. A los pocos años de haberme vuelto activista “profesional” de tiempo completo, yo podía movilizar fácilmente una protesta de 500 personas, hacer una astuta presentación en diapositivas con mis ojos cerrados y aprendí fluidamente el lenguaje de las Siglas de la Justicia: “Porque sí, hemos trabajado en conjunto con MPWC y la CGE y enfocamos el DOJ, DOH y DSD sobre la SW NSP de la GBV”.11. Nota de editores: siglas utilizadas en el texto original en inglés. Cultivé las habilidades que consideré esenciales para tener éxito en mi llamado por la justicia social. Movida a café mal colado y el sentido de la justicia, busqué en documentos sobre políticas públicas, elaboré borradores de peticiones, me senté en mesas de diálogos y dediqué días interminables en demasiados salones de reunión, al aire acondicionado, hablando con siglas, comiendo triangulitos de queso y sanduchitos de tomate. Todo por la búsqueda de la justicia.

Pero después de un tiempo, me hice la difícil pregunta, ¿está funcionando? Yo estaba agotada y desgastada siguiendo el rastro polvoriento de mentores, colegas y amigas/os, los cuales estaban (y la mayoría aún lo está) haciendo un trabajo crucial por la lucha por igualdad contra las injusticias en todas sus manifestaciones. ¿Estaba en declive el patriarcado (o la misoginia, el racismo, la homofobia, la xenofobia, el capitalismo voraz)? No se podía responder que sí a ninguna de estas interrogantes. Esta situación me obligó a reflexionar acerca de lo que yo estaba intentando lograr. ¿Qué estábamos intentando lograr nosotras/os las/os defensoras/es de derechos humanos? En mi mente pensaba (y lo pienso aún) que quería que las personas fueran más gentiles, más compasivas y empáticas con los demás, que las personas resistieran activamente a los sistemas de opresión y exclusión, y finalmente, quería que las personas se interesaran por los derechos humanos.

Esto me llevó a pensar acerca de los súper héroes y aquello que hace que los súper héroes se interesen (al punto de ser compelidos a actuar). Mi lógica era descubrir lo que me movía a mí y a otras/os a interesarse por los derechos humanos, aprovechar este conocimiento, y usarlo para motivar a otras personas a que se interesen. Pero pensándolo más profundamente Katniss Everdeen no firmó una petición online para terminar con los Juegos del Hambre; la princesa Leia no se volvió un general en la Alianza Rebelde por haber sido invitada a un grupo de Facebook llamado “El Imperio Apesta”; Batman no leyó un informe inter-ministerial sobre las estadísticas de los crímenes en ciudad Gótica. Y la Novia seguramente no conformó un Comité Directivo Asesor Provisional para implementar un “Protocolo sobre la venganza (versión 14)”. Todos ellos fueron movidos a interesarse por la justicia de la misma manera que yo lo fui. Esto me llevó a la cuestión fundamental: ¿Cómo movemos a las otras personas?

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Agregar “diversión” a los derechos fundamentales

A través de mi jornada como activista he experimentado un amplio espectro de emociones humanas desde rabia pura frente a los sistemas de injusticia, hasta la alegría pura en una reunión comunitaria. Sin embargo, si yo hago memoria y pienso en las emociones que predominaban al inicio de mi trabajo, estas eran generalmente la rabia, la ira, la culpa y la frustración. Aunque hago el trabajo serio de los derechos humanos, yo realmente no me veo a mí misma como una persona seria. Por defecto, mis configuraciones son generalmente el optimismo y el buen humor. Mi exclamación “nadie se preocupe que toooodo nos va a salir bien”, en medio de una crisis hace que la gente me ame y me odie por igual. En situaciones raras, fuese una cena con un grupo de abstemios introvertidos extranjeros, o una reunión con líderes comunitarios de distintas religiones, yo podría usar una camiseta diciendo “Así es una trabajadora sexual”, intentando encontrar esta conexión entre humor y levedad, lo cual me permitía salir casi ilesa de la situación.. Inclusive en muchos escenarios, me las arreglo para ir más allá de solo salir ilesa, permitiéndome exponer mis más serios pensamientos y acciones sobre los derechos humanos con las personas de formas verdaderamente genuinas, honestas y significativas. Contar una anécdota personal, o comenzar una conversación sobre comidas favoritas ha sido frecuentemente la clave para localizar alguna base común sobre la cual presentar y profundizar el tema de los derechos humanos.

Obviamente, yo no soy la primera en descubrir el poder milagroso del humor y la diversión como un vehículo ideal para la promoción de los derechos humanos. Los movimientos sociales han aprovechado el poder del juego y la creatividad durante siglos. El activismo creativo, activismo artesano, artivismo, activismo artístico, son algunos de los términos usados para describir este enfoque del activismo por la justicia que enfatiza la creatividad y la diversión como un punto clave para envolver a las personas en asuntos particulares. Durante los últimos seis años, algunos colegas y yo hemos estado experimentando con estos enfoques, específicamente en la lucha por los derechos humanos de las trabajadoras sexuales en Sudáfrica.

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¡Ser seriamente divertida!

La realidad de las trabajadoras sexuales en un contexto de criminalización es de exclusión, ostracismo y violencia brutal, con limitado acceso a los derechos humanos fundamentales. Cuando una ha trabajado en este contexto tantos días, es muy difícil lidiar con emociones como la frustración y la desesperanza. Pero fue justo eso lo que tratamos de hacer. Decidimos que encontraríamos nuevas formas de abordar nuestro problema porque lo que estábamos haciendo no estaba funcionando, ni para nosotros, ni para nuestros objetivos. Queríamos, pues, crear otras narrativas que comprometieran a las personas, sin caer en los falsos estereotipos hollywoodenses de “la sórdida y sombría realidad oculta del trabajo sexual”. Queríamos que la historia de las personas, nuestra asombrosa comunidad, se reflejara en los temas abordados. Lo hicimos, en varios sentidos. Pusimos unos puestos de información brillantes llenos de colores, con el letrero “Pregúntele a una trabajadora sexual”, con música y premios; le dimos falsos premios a celebridades (y acabamos conociendo a Sir Elton John en medio de todo esto); nos burlamos del Departamento de Justicia poniendo en una oficina un esqueleto lleno de telarañas; demostramos nuestro apoyo a nuestros aliados entregándoles pasteles y globos; llegamos incluso a organizar un falso partido político liderado por trabajadoras sexuales para nuestra Elección Nacional (el Grupo de Acción de Trabajadoras Sexuales, SWAG por sus siglas en inglés). Ha sido lo más divertido que he hecho como defensora de los derechos humanos.

Se preguntarán: bueno, y ¿para qué sirvió todo eso? Hubo varias consecuencias planeadas (e imprevistas) de nuestras intervenciones. Estos experimentos con cosas divertidas y enfoques creativos sobre advocacy en derechos humanos nos enseñaron que el humor es una de las herramientas más efectivas de nuestro arsenal pues tiene la habilidad de desarmar a las personas y reunirlas en espacios de conexión compartida, en lugar de miedo. A través de ser “seriamente divertidos”, durante los últimos seis años hemos hecho los mayores progresos en la lucha por los derechos de las trabajadoras sexuales en Sudáfrica. Un buen número de partidos políticos y grandes sindicatos de trabajadores han reconocido los derechos de las personas trabajadoras sexuales. La necesidad de la completa descriminalización del trabajo sexual ha sido recomendada en muchas políticas públicas nacionales incluyendo el Plan Estratégico para el Combate de la Violencia basada en el Género. Nuestros asuntos son mucho más visibles y las narrativas sobre el trabajo sexual son ahora elaboradas y producidas por personas que venden sexo (en lugar de la prensa amarillista). Nuestro número de aliadas también creció exponencialmente y economizamos montones de dinero (un partido político fake en redes sociales cuesta bastante menos que una marcha masiva hacia el parlamento).

Los cambios en la narrativa, las políticas públicas y la legislación han sido importantes. No obstante, igual de importante ha sido el impacto de este enfoque para quienes están en el frente de batalla de la defensa de los derechos humanos. Estas intervenciones requirieron reflexión, creatividad y riesgo, horas de trabajo de base, investigación y exploraciones nocturnas. Pero, nuevamente repito, también ha sido lo más divertido que he hecho como defensora de derechos humanos. El trabajo fue energizante, para nosotras, para nuestro equipo y para nuestra organización. Reímos mucho (sobre todo cuando nos creímos real lo del partido SWAG) y bailamos y cantamos, e hicimos nuevos amigos. Sí, todo esto suena románticamente positivo. Pero para aclarar el asunto, no fueron los juegos y la diversión lo que nos condujo a las victorias. Mientras soñábamos con nuestras creativas intervenciones, también trabajábamos simultáneamente hablando con las siglas necesarias en paneles de conferencias y en parlamentos, asegurándonos de que de verdad se estuvieran implementando las políticas en la base, y ofreciendo a las personas trabajadoras sexuales apoyo legal directo, apoyo psicológico y psicosocial, a quienes están al frente de la lucha por derechos humanos básicos.

Fue este enfoque equilibrado sobre activismo y justicia social lo que me hizo sentirme mucho más genuina conmigo misma, y en reflexión más profunda entendí el porqué. Este enfoque del activismo tenía que ver con mi historia de origen: la combinación de arte y activismo, de pasión creativa y política. Esta combinación es algo por lo que lucho, porque cuando es llevado a cabo de manera adecuada, por breves momentos, somos capaces de crear, y vivir en el mundo de nuestros sueños.

Ishtar Lakhani - Sudáfrica

Ishtar es feminista, intransigente activista en el campo de la defensa de la justicia social. Ella es una Radical Libre que colabora con una variedad de organizaciones y movimientos de justicia social para fortalecer sus enfoques de defensa de los derechos humanos y activismo creativo.

Recibido en Mayo de 2020

Original en inglés. Traducido por Carlos Beltrán.