Editora invitada
En las últimas décadas, se produjeron cambios drásticos en el estatuto social de las mujeres. A partir de la segunda mitad del siglo 20, ellas emergieron como una de las principales fuerzas colectivas del mundo contemporáneo. La entrada masiva de las mujeres al mundo industrial como fuerza de trabajo, revolucionó los lazos sociales tradicionales; el notable aumento de la escolarización femenina, la oferta de anticonceptivos más eficaces y la reducción de la fecundidad propiciaron el surgimiento de movilizaciones exigiendo más autonomía y más derechos, conquistando logros, como cambios en el orden jurídico que posibilitaron que las mujeres se deshicieran de infinitas tutelas legales, que las relegaban al lugar de la minoridad civil.
Sin embargo, a pesar de las demandas atendidas, de las innumerables conquistas y de las movilizaciones victoriosas, continúan existiendo enormes discrepancias entre los derechos de los hombres y de las mujeres.
Los avances normativos, desde la creación de la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW por sus siglas en inglés) en 1979, demostraron ser más formales que efectivos. Además, la coerción física, central en la estructuración desigual de la relación entre los sexos, sigue rondando como una amenaza permanente. La mayor presencia de las mujeres en el espacio público está acompañada por índices alarmantes de violencia de género. Y, a pesar de que en el nuevo siglo, los derechos sexuales y reproductivos han sido reconocidos como derechos humanos, la ofensiva conservadora contra la ideología de género ha venido ganando creciente adhesión y socavando conquistas.
Otra paradoja es el hecho de que, a pesar del exponencial aumento de la visibilidad de la presencia femenina en la vida social, eso no ha resultado en ganancias en cuanto a la participación política, ni en la ocupación de espacios en las instancias de poder formal. A pesar de los incentivos legales, la participación política femenina a nivel global se mantiene en niveles muy bajos (22%).
Las conquistas en el ámbito económico también quedaron por debajo de lo esperado. Si por un lado, las mujeres demostraron tener una fuerza increíble de organización, argumentación, negociación y poder de convencimiento, el proceso de rearticulación del sistema económico mundial es problemático para que se efectivice la nueva generación de derechos sociales consagrada en las Conferencias de Viena, Cairo y Pekín.
Los efectos benéficos de la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo para la reducción de las desigualdades entre hombres y mujeres también parecen haber encontrado un límite. Son persistentes las significativas desigualdades en la remuneración y en el acceso a diferentes tipos de ocupación, así como se mantienen inquebrantables las barreras para la promoción hacia la cima de las carreras profesionales. Sobre todo, permanece inmune una injusta división del trabajo doméstico entre los sexos, que acarrea una sobrecarga para las mujeres: infraestructura social precaria y políticas sociales omisas relegan las prácticas del cuidado al ámbito familiar, donde son ellas las principales responsables por los quehaceres de la casa y por el cuidado de los niños, de los enfermos y de los ancianos. Y, a pesar de que las mujeres hayan entrado al mundo público del trabajo, los hombres continúan ausentes en la esfera invisible del trabajo doméstico. Esa división desigual del trabajo doméstico y del cuidado, a su vez, es uno de los grandes obstáculos para el ingreso y la permanencia de las mujeres en el mercado de trabajo, así como para la posibilidad de que participen activamente en la vida política.
Teniendo en cuenta ese escenario de derechos desiguales, en el cual se profundizan las desigualdades entre regiones y entre las mujeres de diferentes regiones, penalizando al Sur global, el presente número está íntegramente dedicado a las mujeres y a sus luchas por derechos más equitativos, a sus victorias y derrotas: trayectoria sinuosa que a veces se aproxima y a veces se aleja de la conquista de la igualdad de género. Un escenario cambiante y multifacético que torna difícil evaluar el camino recorrido y el camino por recorrer. En ese contexto, la Revista SUR 24 – primer número enteramente escrito por mujeres – busca brindar una visión exhaustiva, incluyendo diagnósticos y argumentos sobre las discriminaciones evidentes sufridas por las mujeres, así como artículos que dan visibilidad a las discriminaciones silenciadas.
El primer bloque de artículos trata sobre las desigualdades de orden económico. Chiara Capraro (Italia) defiende que la cuestión de los impuestos es central para una implementación plena de los derechos humanos, con gran impacto en la justicia de género. Una política fiscal más ecuánime favorecería claramente la corrección de distorsiones resultantes de la economía de mercado, que recurre al trabajo femenino no remunerado para reducir la provisión pública de servicios. Pilar Arcidiácono (Argentina) trata el tema de las políticas redistributivas examinando el caso del programa social argentino “Asignación Universal por Hijo”, enfocándose en una iniciativa de litigio para revertir la exclusión de las madres encarceladas que conviven con hijos menores de cuatro años, del grupo de posibles beneficiarias del subsidio.
El trabajo no remunerado ejercido por las mujeres también es asunto de un subgrupo de artículos que trata específicamente de la cuestión del cuidado, y de cómo la división desigual de ese tipo específico de ocupación impacta en la vida de las mujeres e impide la igualdad de género. Según Laura Pautassi (Argentina), la crisis del cuidado que se tornó explosiva en América Latina en la última década se debió, por un lado, a la transición demográfica y, por otro, al agotamiento de las estrategias familiares que responsabilizaban a las mujeres por el trabajo reproductivo, evidenciando la ausencia de políticas públicas e infraestructuras sociales para la atención de niños pequeños, enfermos y ancianos. Anclada en el principio del reconocimiento del cuidado como un derecho humano, propone una agenda de políticas sociales con perspectiva de género. Herminia Gonzálvez Torralbo (Chile) examina la crisis del cuidado desde la perspectiva de las migraciones internacionales y muestra cómo las transformaciones de las políticas de bienestar social, en el marco de la globalización capitalista, dejaron en evidencia el papel decisivo de las mujeres que migran solas, sin familia, en las cadenas globales de cuidado. Helena Hirata (Brasil/Japón), en su investigación comparativa entre Brasil, Francia y Japón, llega a una conclusión semejante. Su estudio muestra cómo, en diferentes configuraciones societarias, los múltiples actores del cuidado – Estado, mercado, familia y filantropía – se combinan y actúan de forma desigual y asimétrica y cómo la centralidad de las mujeres en las más diferentes modalidades de división sexual internacional del trabajo, evidencian claramente una división racial y étnica del trabajo.
En un segundo bloque de artículos, se enfatizan las movilizaciones feministas con el objetivo de combatir las desigualdades en la participación política de las mujeres.
Souad Eddouada (Marruecos) analiza los desafíos que representa en Marruecos la implementación del Código de Familia de 2004, que incorpora las demandas del movimiento feminista a partir de un abordaje secular, disociado de los principios del islam en cuanto a la regulación de las relaciones familiares, tales como casamiento, divorcio y herencia, y sugiere un abordaje alternativo de la equidad de género, basada en preceptos que anteceden la reforma.
Nayareh Tohidi (Irán) presenta un panorama histórico del movimiento feminista en Irán a partir de 1905, analizando las contradicciones del estatuto de los derechos de las mujeres en un país que combina un nivel elevado de escolaridad y de baja fecundidad, con participación reducida en la fuerza de trabajo y en el Parlamento, así como un cercenamiento consuetudinario basado en la ley islámica sharia. Afirma que, a pesar de los obstáculos, el movimiento de mujeres permanece vivo y activo.
Una evaluación sobre la implementación de la ley de cuotas que la mayoría de los países latinoamericanos sancionó para garantizar la ampliación de la participación femenina, muestra que la efectividad de los mecanismos se alteró en función de su formato y del vínculo con el sistema electoral. A pesar de los discretos avances, permanecen serios obstáculos para la presencia de las mujeres en la representación política. Lucía Martelotte (Argentina) argumenta que, en la actual coyuntura, la reivindicación por cuotas sea relegada a favor de la reivindicación por paridad.
La contribución del feminismo negro es abordada por Djamila Ribeiro (Brasil), quien analiza las desigualdades dentro del movimiento feminista brasilero, que tendría dificultades en reconocer a las mujeres negras como sujetos políticos. Aboga sobre la importancia de pensar la intersección entre clase, raza y género para la construcción de un nuevo marco civilizatorio.
A partir de la experiencia del 13º Foro de AWID, realizado en septiembre pasado en Salvador (Brasil) y de una campaña lanzada por dicha organización en las redes sociales, Semanur Karaman (Turquía) trata sobre la cuestión de la solidaridad transnacional entre las mujeres. En el artículo, la autora enfatiza que, para que la solidaridad cumpla su objetivo de perfeccionar el feminismo por medio de un movimiento que reúna a movimientos diversificados, superando barreras económicas, de género, de raza y clase social, es necesario que las mujeres participantes estén atentas a la forma a través de la cual se concretiza su solidaridad y al contexto al cual se dirige.
Dos artículos tratan sobre derechos reproductivos. Según Diya Uberoi (E.E.U.U) y Beatriz Galli (Brasil), la reglamentación del recurso a la objeción de conciencia debería ponderar los derechos de los proveedores de servicios médicos de ejercer sus convicciones morales y religiosas y los derechos de las mujeres a la salud. Las autoras mapean las políticas de reglamentación de la objeción de conciencia en América Latina y enfatizan la importancia de garantizar normativamente los derechos fundamentales de las mujeres. Sylvia Tamale (Uganda) registra los obstáculos de orden legal, religioso y consuetudinario para el acceso a la anticoncepción y a la barrera impenetrable para la demanda por la legalización del aborto en Uganda, a pesar de que el país ha ratificado el Protocolo de Maputo en 2010.
Otro bloque de artículos, reúne análisis que se refieren a las diversas formas de violencia de género. En las últimas décadas, argumenta Natalia Gherardi (Argentina), se consolidó en el derecho internacional una normatividad sólida para la prevención, sanción y erradicación de la violencia contra las mujeres (CEDAW 1979, Convención de Belém do Pará 1994). Sin embargo, afirma, persisten alarmantes niveles de violencia, y son innumerables los desafíos para la implementación de las leyes, así como para su monitoreo.
En Egipto, la intensificación de los hechos y el grado de violencia de los casos de acosos sexuales durante protestas llevó a movilizaciones demandando su condena y criminalización. Incluso, afirma Mariam Kirollos (Egipto), si las manifestaciones de enero de 2011 en la plaza Tahir y la caída de Mubarak crearon expectativas optimistas para los activistas de derechos humanos, que finalmente se concretizaron unos años después, la ley permanece como letra muerta, y su impacto en la aceptación pública del acoso es prácticamente nulo.
En Brasil, la ley Maria da Penha, considerada una victoria ejemplar por haber sido la culminación de una campaña que fue la bandera del movimiento feminista y por haber contado en su elaboración con un conjunto de organizaciones feministas, cumple diez años. Wania Pasinato (Brasil) hace un balance de su implementación, sus desafíos y obstáculos y se detiene en el análisis de proyectos de ley polémicos, con potencial para desfigurarla.
Finalmente, Mariana Joffily (Brasil) intenta entender por qué las violencias sexuales perpetradas durante las dictaduras militares en el Cono Sur no fueron expuestas en la transición hacia la democracia y concluye que un espacio de resignificación para esa modalidad de crimen sólo puede constituirse décadas más tarde, luego de una serie de conquistas sociales y jurídicas por la igualdad de género.
Conscientes de que la conquista de derechos por parte de las mujeres sólo se logra gracias a la participación y compromiso de las propias mujeres, esta edición retrata las trayectorias de una serie de individuos que dedican sus vidas a luchar contra la desigualdad y a fortalecer la lucha feminista.
Entrevistas – Tres destacadas feministas, la italiana Silvia Federici, la brasilera Sonia Correa y la boliviana María Galindo, fueron entrevistadas para esta edición, siendo la última entrevistada en colaboración con la Revista DR.
Precursora del debate actual sobre la crisis del cuidado, Silvia Federici (Italia) recuerda etapas de su trayectoria intelectual y demuestra optimismo en relación a las prácticas de las nuevas generaciones de feministas. Militante incansable, Federici, fue una de las primeras a desencadenar el debate sobre la centralidad del trabajo doméstico para la subordinación de las mujeres, cuando a inicios de los años 1970, junto con Mariarosa Dalla Costa y Selma James, lanzó el movimiento de Salarios para el Trabajo Doméstico, con la finalidad de hacer visible ese trabajo de reproducción necesario para el funcionamiento del capitalismo.
Desempeñando la función de conciencia crítica del presente número, Sonia Correa (Brasil) en contraposición al uso de la categoría “mujer”, preconiza la utilización de la categoría género, que permite superar el modelo binario de sexos, despegando el feminismo del cuerpo de la mujer. Coordinadora del Observatorio de Políticas de Sexualidad, Correa advierte sobre el agravamiento de la restauración conservadora a nivel global y encara de modo crítico el papel de los países emergentes en el debate sobre los derechos sexuales y reproductivos.
Para la militante anarco-feminista María Galindo (Bolivia) fundadora del movimiento Mujeres Creando de Bolivia, la prioridad debe estar en la construcción de un tejido social que permita la acción de las mujeres como sujetos políticos, así como acciones de “política concreta”, tales como cooperativas de gestión colectiva de ahorro. En una posición opuesta a Correa, critica el uso de la categoría género, que considera parte de la agenda neoliberal para limitar la lucha de las mujeres.
Perfiles – Este número también incluye los perfiles de cinco jóvenes mujeres que dedican su vida a conseguir mejores condiciones de vida para mujeres del Sur global: la militante kurda Ayla Akat Ata; la periodista china Yiping Cai; la activista egipcia Yara Sallam; la abogada sudafricana Sibongile Ndashe, y la historiadora surcoreana Christine Ahn.
Panorama institucional – Finalmente con el objetivo de contribuir al fortalecimiento de la lucha de las mujeres traemos también una conversación con la consultora Ellen Sprenger (Holanda) sobre tendencias internacionales en el ámbito del financiamiento a organizaciones de defensa de los derechos de las mujeres, donde brinda consejos sobre cómo movilizar recursos y construir relaciones sólidas con financiadores.
Arte – Esta edición es la primera en la historia de la revista en traer una ilustración de tapa, realizada por la artista plástica Catarina Bessell (Brasil) sobre una imagen de la huelga de mujeres organizada en Polonia en octubre pasado en protesta por el endurecimiento de la legislación sobre el aborto en el país. La imagen es parte de una serie, realizada especialmente para SUR 24 que incluye también ilustraciones sobre imágenes de la huelga de mujeres realizada en Argentina en el mismo mes, en respuesta a un episodio particularmente brutal de violencia contra la mujer ocurrido en ese país.
Maria A.C. Brant
Editora ejecutiva
Oliver Hudson
Editor de Operaciones
En primer lugar, queremos mencionar nuestro especial agradecimiento a Albertina de Oliveira Costa, editora invitada para este número SUR. Amiga y consejera de larga data de Revista Sur, Albertina fue invitada a contribuir con esta edición por su reconocida trayectoria feminista y académica, dedicada al tema de la mujer, pero su competencia y dedicación superaron ampliamente nuestras expectativas. Este número no habría sido posible sin ella.
Estamos también muy agradecidos con las siguientes personas que nos ayudaron en esta edición: Adriana Guimarães, Akemi Kamimura, Alana Moraes, Barney Whiteoak, Bruna Angotti, Carmen Hein de Campos, Celina Lagrutta, Courtney Crumpler, Daniel Lopes, Evandro Lisboa Freire, Fernando Campos Leza, Fernando Scire, Glenda Mezarobba, Hildete Pereira de Melo, Ione Koseki, Ivi Oliveira, Lena Lavinas, Jane do Carmo, Jaqueline Pitanguy, Josefina Cicconetti, Karen Lang, Kelly Komatsu Agopyan, Lia Zanotta Machado, Luis Felipe Miguel, Luiza Bodenmüller, Maité Llanos, Marcela Vieira, Maria Rosa Lombardi, Mariana Giorgetti Valente, Mariana Patrício, Murphy McMahon, Natália de Araújo Lima, Pedro Maia Soares, Renato Barreto, Sebastián Porrua Schiess, Sheila de Carvalho, Tatiana Roque, Vivian Calderoni e Yumi Garcia dos Santos. Nos gustaría agradecer especialmente a Jessica Horn, nuestra editora invitada para África.
No podemos dejar de mencionar a las organizadoras del 13º Foro de AWID, realizado en Salvador (Brasil) en septiembre pasado, por abrirnos las puertas y facilitar el contacto con las participantes. El evento afirmó nuestra convicción sobre la urgencia y relevancia del tema que escogimos para esta edición. Debemos agradecer también al Bernard and Audre Rapoport Center for Center for Human Rights and Justice, University of Texas, por el trabajo conjunto y continuo y a la Revista DR, por la nueva colaboración.
Estamos particularmente agradecidos, con las autoras de este número, así como con el equipo editorial y el Consejo Ejecutivo de la Revista. En particular le damos la bienvenida a Maryuri Mora Grisales por su ingreso al equipo. Tampoco podemos dejar de citar el equipo de Comunicación de Conectas Derechos Humanos por su dedicación para esta edición, particularmente a Laura Daudén. Como siempre, estamos muy agradecidos por el apoyo y la orientación dados por los directores de Conectas – Jessica Carvalho Morris, Juana Kweitel y Marcos Fuchs.
Finalmente, nos gustaría hacer una mención especial a Ana Cernov, quien coordinó el programa Sur-Sur de Conectas durante la edición de los cuatro últimos números de SUR y que dejó la organización en la recta final de este número. Extrañaremos su competencia y dedicación y, especialmente, su cariño para con el equipo y los otros colegas de la organización, pero estamos convencidos que su dulzura e inteligencia serán apreciadas y dejarán marcas por donde sea que esté.
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Esta edición de Revista SUR fue posible gracias al apoyo de la Fundación Ford, Open Society Foundations, Fundación Oak, Sigrid Rausing Trust y Agencia Sueca de Cooperación Internacional (SIDA sus siglas en inglés), así como a los donantes anónimos.