Entrevista con Maina Kiai
Maina Kiai forjó una carrera como abogado y activista de derechos humanos en su Kenia natal, desde donde conversó con Sur – Revista Internacional de Derechos Humanos sobre la embestida global contra el espacio cívico. La entrevista tuvo lugar luego de la repetición de las elecciones presidenciales kenianas, en octubre de 2017. Kiai ha estado trabajado incesantemente para que la atención internacional recaiga sobre la delicada situación de su país, que incluye los desafíos que ha enfrentado la sociedad civil keniana durante el último período.
Hay pocas personas más cualificadas – si es que hay alguna – para hablar sobre cómo este fenómeno global se ha instalado. Ante todo un activista, Kiai dedicó más de 20 años a defender los derechos humanos en Kenia, donde fundó la Comisión de Derechos Humanos no oficial de Kenia y luego sirvió como presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de Kenia (2003-2008).
Ocupó varios puestos internacionales, como en el Grupo Jurídico Internacional de Derechos Humanos, en Amnistía Internacional y en el Consejo Internacional de Políticas de Derechos Humanos, antes de servir como relator especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre los derechos a la libertad de reunión pacífica y de asociación de 2011 a abril de 2017. Como relator especial estuvo comprometido a facilitar el acceso de los activistas a la ONU, incluso a través de su sitio web freeassembly.net.
Su experiencia le ha permitido elaborar una visión única del fenómeno del cierre del espacio cívico, desde una perspectiva tanto local como global. Aquí nos habla sobre las causas de origen del fenómeno, entre ellas el rol del sector privado, sobre las estrategias que los actores están usando para oponerse a las fuerzas estatales y no estatales, y sobre cómo, mediante un retorno a las bases, podemos asegurar la supervivencia de la sociedad civil.
Conectas Derechos Humanos • Durante el período en el que se desempeñó como relator especial, ¿qué factores pudo observar que hayan servido de combustible para esta embestida global contra la sociedad civil? ¿Vio usted alguna fertilización cruzada de ideas, coordinación o colusión entre países o actores que estén reduciendo el espacio de la sociedad civil?
Maina Kiai • En primer lugar, prefiero el término “cierre” del espacio cívico, en lugar de “reducción”, porque el “cierre” es un acto consciente. En el mandato usábamos la expresión “cierre de los espacios cívicos”.
El primer factor clave es que al liderazgo no le gusta el disenso. Los Estados y autoridades no quieren que las personas disientan. Cuando los Estados no pueden responder a las preguntas, informes, advocacy y campañas que la sociedad civil presenta, piensan que la mejor apuesta es anular o reducir el impacto de la sociedad civil.
En segundo lugar, durante los últimos 40 años, la sociedad civil se ha fortalecido mucho y se ha vuelto un lugar de actividad, para que las personas se involucren y se organicen contra los peores excesos del Estado. Antes esos ataques eran focalizados en individuos, o eran ataques dirigidos a la oposición política. Pero ahora muchas autoridades políticas se han dado cuenta de que la sociedad civil es el gran organizador. Esta embestida es una reacción al éxito de la sociedad civil como gran organizador, que ha creado movimientos que son capaces de atravesar distintos sectores.
Un tercer factor es que a lo largo de los últimos 10 o 15 años – desde el 11 de septiembre – cosas que eran antes innombrables, cosas que resultaban vergonzoso, que eran escondidas, han salido a la luz y se han naturalizado, como la tortura en los Estados Unidos, por ejemplo. Otros países empezaron entonces a pensar “ok, si ellos pueden hacer eso, nosotros podemos hacer otras cosas”. El debilitamiento de los Estados Unidos y de Occidente como modelos de valores democráticos ha resultado en un mayor cierre del espacio cívico.
¿Hay fertilización cruzada? Totalmente. Se ven claramente a los gobiernos aprendiendo los unos de los otros: “si ellos pueden eludir las consecuencias de hacer eso, nosotros también podemos”. El ejemplo más significativo son los Estados usando restricciones a la financiación externa como herramienta para cerrar el espacio cívico. Eso empezó en Etiopía, siguió con Rusia y ahora está presente en muchas partes del mundo, incluyendo a Hungría, Polonia, Israel y, llamativamente el Reino Unido, los Estados Unidos y Australia. Lo que los Estados no entienden es que, con o sin financiación extranjera, los verdaderos activistas, los verdaderos creyentes en los valores democráticos van a encontrar una forma de seguir con su trabajo.
¿Si hay coordinación? Creo que eso es un poco más difícil. En los países de la antigua Unión Soviética, sí, uno encuentra coordinación – Kirguistán literalmente copió leyes rusas pero no pasaron; y Camboya parece estar copiando las leyes chinas de restricción del espacio cívico. En África, los vecinos de Etiopía – con Kenia y Sudán del Sur como mejores ejemplos – están intentando hacer lo mismo que hizo Etiopía, porque Etiopía salió ilesa. Aproximadamente la mitad del presupuesto de Etiopía viene de donantes extranjeros y, haga lo que haga el gobierno respecto a los derechos humanos, el espacio cívico o los valores democráticos, las donaciones siguen entrando. La inversión extranjera también está llegando al país en niveles muy altos. Entonces los países están empezando a aprender que mientras pueda parecer que se preocupan por la inversión, siempre y cuando puedan jugar un rol en la guerra global contra el terror, no tendrán problemas a causa de cierres de espacio público.
Conectas • Usted mencionó brevemente a los Estados Unidos y el Occidente. ¿Cuán relevante es la discusión del Norte global y del Sur global en relación con la represión a la sociedad civil?
M. K. • Pienso que es sumamente relevante. Lo que ocurre en el Norte global seguramente afecta al Sur en su debate. El Norte global está mirando hacia dentro como nunca; la política externa de “América Primero” es solo un ejemplo de ello. El Sur observa que el Norte global ya no mantiene ningún compromiso con los valores que enarbolan – y en algunos casos ni siquiera los enarbolan más. Los países del Norte no quieren refugiados. Los países del Norte se han aliado a las corporaciones para extraer todo cuanto sea posible, lo más barato posible, sin protección para los trabajadores, para el beneficio de unas pocas elites, incluso dentro de sus propios países. El Sur – e incluso ciertos países del Norte como Polonia, Hungría y otros – están viendo que esos países no pasan de hipócritas, cuyas peticiones sobre los derechos humanos son más retóricas que reales. Porque esos países quieren legitimar la tortura como han hecho los Estados Unidos; reprimen duramente protestas pacíficas, usando fuerza excesiva; y quieren espiar a todo el mundo en el Reino Unido y en los Estados Unidos.
Conectas • Ciertos movimientos, por ejemplo el movimiento LGBTI, argumentarían que para sus constituyentes el espacio cívico nunca estuvo completamente abierto. ¿Por qué, entonces, este asunto se empezó a discutir de forma tan candente en los últimos años?
M. K. • Porque el tema del cierre del espacio cívico se ha diseminado muy amplia y rápidamente. Está creciendo el número de personas que son afectadas o están interesadas y preocupadas por esa tendencia. Ya no es una cuestión de una sola causa. No concierne “solo” a la causa LGBTI. No es más “solo” sobre sindicatos o grupos ambientalistas, ambos podrían usar el mismo argumento que el movimiento LGBTI. Ahora es transversal.
Espero que la comunidad LGBTI no sienta que este reciente interés deslegitime su causa. Al contrario, la legitima y muestra que ellos tenían razón al levantar esta cuestión y tratar de frenarla desde hace tiempo. El movimiento LGBTI es uno de los movimientos más exitosos de los últimos 15 años. Aunque sigue habiendo constreñimientos y restricciones a la comunidad LGBTI, hasta las regiones más conservadoras están hablando de temas LGBTI. Ahora vemos a Uruguay, Argentina y Chile presionando a nivel internacional por los derechos LGBTI – algo absolutamente imprevisible en los años 1990. Hoy, al menos 60% de las poblaciones del Norte global apoyan el matrimonio igualitario – algo impensable cinco años atrás. La sociedad civil más amplia necesita aprender del movimiento LGBTI, de cómo fue capaz de cambiar la narrativa exitosamente. Deberíamos celebrar y aprender de esos éxitos.
Conectas • El sector privado está cada vez más involucrado en la represión a los activistas. ¿Qué desafíos específicos esto plantea para los activistas cuando resisten a la represión corporativa (en contraposición a la resistencia a la represión estatal) y cómo ve usted el rol del sector privado respecto al tema del cierre del espacio cívico?
M. K. • Uno de los puntos más importantes para nosotros en los próximos cinco, diez, quince años es el de lidiar con el sector privado y sus abusos.
Los inmensos números de defensores ambientales desaparecidos o muertos estos días muestra lo mal que están las cosas. Tanto es así que el periódico The Guardian dedicó una sección especial al tema.11. “The Defenders - 185 Environmental Defenders Have Been Killed So Far in 2017,” The Guardian, 15 de diciembre de 2017, visitado el 18 de diciembre de 2017, https://www.theguardian.com/environment/ng-interactive/2017/jul/13/the-defenders-tracker. La mayoría de esos crímenes no son resueltos, probablemente porque los actores privados están actuando con la connivencia del Estado.
Después está todo el “porqué” de la connivencia Estado-empresas. A veces es pura corrupción y coima, a veces es el Estado queriendo promover la economía a toda costa y a veces es cierto sector comprando a políticos mediante corrupción “más blanda” (donaciones de campaña). E incluso en lugares menos visiblemente corruptos, uno también se depara con el aparato del Estado (con el sistema legal de policía, tal vez militar, jugando a su favor) defendiendo intereses empresariales.
El desafío es que, desde el paradigma de los derechos humanos, el sector privado no carga con la misma responsabilidad que el Estado en términos de protección de los derechos humanos. No obstante, lo que uno ve de forma creciente es que el Estado y el sector privado son una sola cosa. Podemos argumentar que la llegada de Donald Trump al poder en los Estados Unidos simboliza ese matrimonio entre el sector privado y el Estado.
Es por esa razón que soy fuertemente favorable a un tratado vinculante a nivel internacional que obligue al sector corporativo a respetar derechos – porque es el sector más poderoso del mundo. Tenemos que encontrar una manera de manejar y controlar a las grandes corporaciones – y un camino es un tratado internacional vinculante.
También hay que trabajar para destacar el rol negativo del sector privado en el área de los derechos humanos. Esto es muy difícil porque todos los países del mundo han abierto sus puertas al sector privado. Yo elaboré un informe en el cual observaba ambientes para las empresas y para la sociedad civil, y eran como la noche y el día.22. “Comparing States’ Treatment Of Businesses And Associations Worldwide,” Free Assembly, octubre de 2015, visitado el 18 de diciembre de 2017, http://freeassembly.net/reports/sectoral-equity/. El Estado está abierto y es casi como si deseara que el sector privado administre al Estado. Entonces estamos ante una situación difícil en la cual el trabajo que hay que hacer – y debe hacerse de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo – es el de un análisis crítico del sector privado.
Aunque existen algunas empresas que asumen seriamente sus responsabilidades, la vasta mayoría es guiada exclusivamente por la ganancia – lo que llamo “fundamentalismo de mercado”. Toda la ilusión generada por el fundamentalismo de mercado está dejando las cosas tan difíciles que realmente tiene que haber un cambio.33. “Report of the Special Rapporteur on the Rights to Freedom of Peaceful Assembly and of Association,” Free Assembly, A/HRC/32/36, 2016, visitado el 18 de diciembre de 2017, http://freeassembly.net/wp-content/uploads/2016/05/A.HRC_.32.36_E.pdf. Y el cambio no surge de una conversación educada entre las personas y el sector privado. El mismo nivel de presión puesto sobre los Estados para proteger los derechos y la dignidad humana tiene que ser puesto sobre el sector privado. Quizá si eso implicara tocar donde más le duele – en el bolsillo – podríamos empezar a ver cambios.
Conectas • La complejidad de factores y actores que impulsan o favorecen la represión (incluyendo el crimen organizado, el fundamentalismo religioso, el modelo neoliberal de mercado, entre otros) ha expuesto las deficiencias de nuestras estrategias establecidas para el clima vivido actualmente. ¿Qué necesitamos hacer para entender el poder y con eso elaborar estrategias más efectivas?
M. K. • Esos nuevos actores no estatales son poderosos – son realmente un motivo de preocupación para todos nosotros si queremos resolver algunas de las deficiencias y debilidades de nuestro orden establecido, como señalé en mi informe para la sesión del Consejo de Derechos Humanos44. Ibid..
Hemos lidiado con esos elementos de poder como lo que son, en lugar de considerarlos como un potencial aliado. Parte de la debilidad del paradigma de empresas y derechos humanos es que trata a las empresas como aliados potenciales.
Y la cuestión de la desigualdad tiene que ser tocada. Necesitamos examinar el tema de los derechos de los trabajadores, la paga justa, buenas condiciones laborales y trabajar con los sindicatos y los trabajadores – para entender cómo podemos organizarnos contra ese poder. Tenemos que preguntarnos a nosotros mismos “cómo aprovechar el poder de los más débiles para que sean capaces de pelear y pararse contra ese poder”. Salvo que nos unamos a todas esas personas que están sufriendo con el crimen organizado, sobrevivientes de fundamentalistas religiosos, sobrevivientes del fundamentalismo de mercado, no lograremos ningún cambio serio.
Conectas • ¿Cuáles son las estrategias más efectivas que usted ha visto usar a los activistas en respuesta al cierre del espacio cívico?
M. K. • Soy un gran fan de la libertad de reunión y del rol de las protestas y manifestaciones como forma de seguir adelante. Eso es lo más efectivo. Por ejemplo, en Kenia, ante los intentos de restringir legalmente el espacio cívico emergió una coalición entre todo tipo de organizaciones de la sociedad civil para luchar contra eso. Brevemente, el Estado quería aprobar leyes que esencialmente matarían por inanición a las OSC críticas, mediante la limitación de la financiación extranjera, y además crear un órgano estatal que determinaría cuáles OSC podrían trabajar, dónde y con qué recursos. Pero como el proyecto de ley era muy amplio, las ONG de derechos humanos a quienes iba destinada la ley tomaron a las OSC de desarrollo para que asumieran el liderazgo y mostraran cuánto daño podía hacer esa ley al trabajo humanitario y al trabajo para el desarrollo.
Soy igualmente un gran fan de las alianzas, de las coaliciones y de salirse de la propia zona de confort. Los surcoreanos son realmente buenos en eso, en reunir a sindicatos, movimientos de estudiantes, ONG, docentes y otros sectores para que trabajen juntos por objetivos comunes. A Malasia también le está yendo bien, vinculando a estudiantes, ONG, abogados, políticos de oposición y algunos grupos religiosos para luchar por reformas electorales. Los silos que tenemos en nuestro trabajo están mal y eso nos está debilitando. Necesitamos salir pronto de una visión de los derechos humanos como proyectos que compiten los unos contra los otros para conseguir fondos, y pasarnos a una visión más holística de la lucha. Tenemos que empezar a cooperar mejor.
Conectas • A nivel internacional, ¿cuál es el uso más estratégico del sistema de las naciones que un activista puede hacer en defensa del espacio cívico?
M. K. • Uno tiene que ser realista sobre lo que puede pasar en el sistema de las Naciones Unidas. Esa no puede ser la estrategia más importante. La ONU trabaja puramente en un nivel moral para presionar, para funcionar como un amplificador de lo que está ocurriendo en la base. Esa es la parte más importante del sistema de las Naciones Unidas.
Es crucial buscar procedimientos especiales [también conocidos como relatores especiales, representantes especiales, grupos de trabajo, expertos independientes] que puedan ayudar. Ellos pueden actuar como megáfono para cada tema. A veces, sus misiones en los países pueden tener un impacto, pero creo que debemos ser realistas y siempre recordar que las luchas vienen primero y sobre todo a nivel nacional, y después podemos ver cómo podemos usar a la ONU. Yo creo que mi misión en Georgia, por ejemplo, contribuyó para frenar una ley que habría restringido las actividades de las OSC. Al final, el trabajo de las OSC contribuyó para el primer traspaso pacífico de poder de la historia en el espacio post soviético. En Corea del Sur, mi visita ayudó a impugnar la narrativa de que los sindicatos eran malos y ayudó a fortalecer la necesidad de alianzas. Y en el Reino Unido mi apoyo a una investigación pública conducida por un juez sobre la vigilancia policial encubierta de las OSC ayudó a inclinar la balanza hacia su establecimiento.
Conectas • Y con la nota de advertencia, ¿puede el sistema internacional hacer más para proteger a los activistas que trabajan para reivindicar el espacio cívico? En caso afirmativo, ¿qué?
M. K. • Lo que puede hacer es pronunciarse más, aunque el Alto Comisionado para los Derechos Humanos se pronuncia bastante protegiendo a activistas. Lo que la ONU no ha hecho bien es asumirse como un órgano que se preocupa más por los derechos. Lo que aprendí durante mi tiempo en la ONU es que la sede de Ginebra es tan pequeña dentro del sistema más amplio de las Naciones Unidas, que es fácil perderse en él. Tiene que ser el secretario general de la ONU quien diga “esto es nuestra prioridad, no importa si están trabajando en ONU Habitat, Fuerzas de Paz u ONU Mujeres – su trabajo es proteger derechos humanos”.
Conectas • ¿Los financiadores están respondiendo adecuadamente a las demandas que los entornos restrictivos imponen a los activistas? ¿Cuáles son las estrategias clave que los financiadores deberían implementar para asegurar que están apoyando a los activistas de la mejor manera?
M. K. • Lo que debemos hacer es salirnos del sistema de financiación que tenemos ahora, que es competitivo. Todas esas convocatorias de propuestas, que hacen competir a la gente, en realidad dan ventaja a aquellos grupos que tienen la capacidad y las personas con una eximia educación para escribir una propuesta fantástica, en contraste con los activistas de la base.
Los financiadores deben alejarse de la financiación de proyectos y reconocer que la única manera de enfrentar esta embestida es financiar a los activistas de manera tal que sean libres para hacer lo que necesiten hacer. Esto significa renunciar a todas las exigencias que normalmente imponen. La transparencia debe ser mantenida, por supuesto, pero con menos énfasis – un reciente informe (https://hbr.org/2013/04/the-efficiency-trap-of-global/) mostró que los departamentos de contabilidad de las organizaciones de la sociedad civil son más grandes que los de grandes empresas.
En este ambiente restrictivo, los financiadores deben ser creativos y guiarse por el derecho internacional más que por el derecho doméstico, ¡como hacían en la época de la guerra fría! Si necesitan hacer pasar el dinero por otra agencia, por otro lugar, que lo hagan, y lo mantengan. Cuando las ONG y la sociedad civil están bajo ataque en un país en particular, los financiadores deben incrementar su ayuda y comprometerse con aquellas organizaciones que están siendo atacadas. Esta actitud enviará un mensaje a los gobiernos o autoridades represoras de que “ustedes pueden hacer lo que quieran, pero nosotros no nos detendremos. De hecho, apoyaremos a los activistas más que nunca”.
Conectas • ¿Cómo pueden los activistas por un lado trabajar para reivindicar espacios democráticos y proteger las libertades fundamentales de expresión, asociación y reunión, y a la vez luchar contra la diseminación de discurso del odio y de los valores no basados en derechos? ¿Cómo puede un activista responder a la crítica de que tal posición sería contradictoria?
M. K. • Los norteamericanos son los que dicen que está todo bien con el discurso del odio con tal de que no lleve a la violencia. Tenemos que oponernos a eso – primero intelectualmente, pero también en la práctica. Tenemos el deber de defender valores. Cuando los valores no se fundan en los derechos humanos y no contribuyen a la dignidad humana y a la tolerancia, entonces son valores que tenemos que combatir, y eso incluye el discurso del odio. No creo que sea contradictorio. No creo que el derecho de expresión y el derecho de asociación deban significar que vale todo. Los derechos humanos no tienen que ver con anarquía, tienen que ver con valores.
Tenemos que ser creativos en la forma de trabajar. Tenemos que ser valientes en la forma de hacerlo y defender nuestro trabajo. Y debemos pensar bien en como lo hacemos.
Debe haber asimismo un abordaje de abajo hacia arriba en la forma en que trabajamos con todas las personas. Una de las cosas que me ha llamado la atención a lo largo de los años es que pocas organizaciones tienen organizadores y movilizadores en su staff. Tienen profesionales, abogados, contadores, pero no movilizadores y organizadores. Creo que es algo a lo cual debemos aspirar. Tenemos que pasar más tiempo con personas que con computadoras. Tiene que ser así.
Conectas • Usted ha hablado de cómo seguir adelante, pero con tantas historias negativas en la prensa, ¿qué esperanza o qué futuro ve usted para la protección del espacio cívico? ¿Cómo recuperamos la narrativa y promovemos el apoyo público a la sociedad civil?
M. K. • Tenemos que volver a las bases. Tenemos que empezar a hablar de las cosas buenas que hacemos. Pero seamos cautelosos. La narrativa no puede ser solo positiva y no se trata solo de relaciones públicas. He hablado con algunos grupos y ellos dicen: “Todo lo que necesitamos hacer es contratar un experto en relaciones públicas”. Nosotros sí necesitamos relaciones públicas dentro del movimiento de derechos humanos, porque no somos tan buenos en eso. Pero también debemos saber que esas relaciones públicas no pueden guiarnos.
Tenemos que hacer el trabajo duro de golpear puerta por puerta, hogar por hogar, pueblo por pueblo. Yo pienso que, como activistas, nos hemos acomodado con nuestros éxitos. Con la llegada del populismo y de la derecha, tenemos que preguntar, involucrarnos y descubrir por qué las personas están tan frustradas y enfadadas. Creímos que el camino era solo hacia delante, sin imaginarnos que podrían surgir obstáculos. Creo que eso nos ha dolido en gran medida. Entonces, volvamos a las bases. Trabajemos con las personas en la base – vayamos a trabajar con los lugareños, con los vecinos, con los trabajadores, con todo el mundo.