Voces

La familiaridad con los derechos humanos y el nivel socio-económico

James Ron, David Crow y Shannon Golden

Un estudio en cuatro países

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RESUMEN

Luego de décadas de movilización y activismo, ¿cuán familiarizado está el público en general con los derechos humanos? ¿Cómo esa familiaridad está influenciada por el nivel socio-económico? Exploraremos estas cuestiones a través de los nuevos datos resultantes de la Human Rights Perceptions Polls (Encuesta de Percepción sobre Derechos Humanos), sondeos representativos llevados a cabo en cuatro países. Encontramos que la exposición pública al término “derechos humanos” es alta en Colombia, México y partes de Marruecos, siendo más moderada en Mumbai (India) y alrededores. Sin embargo, la frecuencia de contacto personal con activistas de derechos humanos, trabajadores y voluntarios es mucho más limitada. Además, para ambos indiciadores el nivel socio-económico es una valiosa herramienta estadística de proyección. Las personas que tienen mayor nivel de educación, ingresos, que viven en zonas urbanas y tienen acceso a Internet, también tienden a estar más familiarizados con el término “derechos humanos”, y a haber conocido activistas, trabajadores y voluntarios en derechos humanos. Estos resultados deberían suscitar interés en los estrategas en derechos humanos interesados en promover lazos con los más pobres. Para enfrentar este reto, los grupos de derechos humanos deberían desarrollar modelos de participación y movilización de recursos, con orientaciones más populares.

Palabras Clave

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1.  Introducción

Si bien no hay mecanismos formales que relacionen a los actores de derechos humanos con grupos específicos, muchos actores involucrados con derechos humanos, creen representar los intereses, necesidades y aspiraciones de los sectores más vulnerables y marginalizados de la sociedad. Hasta el momento, estas creencias no están fundamentadas por ninguna evidencia sistemática. Por razones de costos, inclinación y factibilidad, los investigadores en derechos humanos rara vez le preguntan al público general sus perspectivas sobre —y experiencias con— el lenguaje y las organizaciones de derechos humanos. El presente artículo trabaja sobre este vacío de conocimiento a través de sondeos públicos originales en cuatro países. Le preguntamos a miles de personas cuánto han escuchado el término “derechos humanos” y si alguna vez conocieron personas identificadas como activistas, trabajadores o voluntarios de derechos humanos. Con estos resultados, y ayudados por análisis estadísticos, investigamos la prevalencia y correlación de la familiaridad del público general con los derechos humanos.

Los resultando apuntan que la familiaridad con las expresiones y representantes de derechos humanos se incrementa con el nivel socio-económico. Creemos que esta conclusión es preocupante, ya que la familiaridad con los derechos humanos es un indicador del éxito de la representatividad del movimiento. Las organizaciones de derechos humanos no pueden persuasivamente argumentar que representan al ciudadano común si estos individuos nunca han escuchado sus mensajes ni conocido a sus representantes. Además, los grupos de derechos humanos no pueden creíblemente argumentar que representan a los sectores más pobres de la sociedad, si la difusión pública en estas comunidades es sistemática y significativamente socavada por la baja condición socio-económica.

Llevamos a cabo nuestra Human Rights Perceptions Polls (Encuesta de Percepción sobre Derechos Humanos) en 2012, en Colombia, India, México y Marruecos. Seleccionamos estos países por su diversidad en múltiples indicadores, incluyendo la pertenencia a diferentes regiones (América Latina, Norte de África, Sur de Asia), pasados coloniales (España, Francia y Gran Bretaña), religiones (Cristianismo, Islam e Hinduismo) y tradiciones lingüísticas (Español, Árabe, Francés y Hindi). Esta diversidad estimula la generalización de nuestros resultados.

Llevar a cabo encuestas públicas en estos cuatro países también tiene sentido ya que, en cada caso, significativos números de ciudadanos están expuestos a la terminología y a defensores de derechos humanos. Aunque los cuatro países tienen serios problemas con los derechos humanos, todos disfrutan de un mínimo de libertades políticas y civiles, incluyendo la libertad de expresión, movimiento y asociación. Más importante aún, es que cada uno tiene una sociedad civil nacional activa y vibrante en la cuestión de derechos humanos.

1.1  La familiaridad con los derechos humanos: ¿Cuán profunda puede ser?

El discurso de los derechos humanos es omnipresente en los medios globales, en círculos diplomáticos y políticos (MOYN 2010; RON; RAMOS; RODGERS, 2005), provocando comparaciones con otras lingua franca internacionales, como las matemáticas o las estadísticas (CMIEL, 2004). Sin embargo, persisten las dudas sobre la capacidad de los derechos humanos, de sus activistas y sus concepciones, de salir de los círculos elitistas y penetrar en el público masivo (HAFNER-BURTON; RON, 2009). Muchos se preocupan porque los derechos humanos, como otras ideas transnacionales y cosmopolitas, son poco más que la “conciencia de clase de los viajeros frecuentes”, destinada a languidecer para siempre en ese jet set global (CALHOUN, 2002).

Estas preocupaciones están íntimamente relacionadas con cuestiones de representación política. ¿En nombre de qué comunidades, e intereses, hablan los grupos de derechos humanos? ¿A quién representan realmente? ¿A los más “condenados de la tierra” (FANON, 2005), como muchos esperan, o a la clase media global, como muchos temen? La familiaridad del público general con los derechos humanos no es el único indicador de representación, pero es importante. Ningún comunista digno de serlo hubiera asumido la representación de la clase trabajadora, si los obreros nunca hubieran conocido a miembros del partido, y ningún evangelista digno de serlo, se reivindicaría exitoso en medio de la ignorancia generalizada sobre Cristo o Mahoma. La familiaridad tanto con la Palabra como con su Mensajero quizás no sea suficiente para la representación, pero parece ser bastante necesaria.

De acuerdo a este análisis, ¿qué esperábamos encontrar? Por un lado, los más pobres y marginalizados son quienes más sufren todo tipo de violaciones a los derechos humanos (KHAN; PETRASEK, 2009). Como consecuencia, en teoría, este sector debería tener el mayor incentivo por tener conocimiento y hacer contactos en relación a los derechos humanos. Por otro lado, los activistas de derechos humanos deberían estar especialmente motivados para llegar a este sector de la población. Como muchos activistas pregonan, la tarea más apremiante del movimiento de derechos humanos es trabajar con y cerca de los pobres, usualmente mediante el enfoque del desarrollo basado en derechos. Si esto fuera cierto, entonces las personas situadas en los escalones más bajos de la escala socioeconómica deberían tener mayor familiaridad con los derechos humanos que aquellos que se ubican en los escalones superiores.

Aun así, muchos observadores dirían exactamente lo opuesto (AN-NATM, 200; ENGLUND, 2006; HOPGOOD, 2013; ODINKALU, 1999; OKAFOR, 2006). Dejando de lado las aspiraciones públicas del movimiento de derechos humanos, las personas más ricas y mejor educadas siempre van a tener mayor acceso a recursos e información, y generalmente dan mayor relevancia a ideas cosmopolitas abstractas, como los derechos humanos. Además, históricamente, más que los trabajadores desorganizados, con poca educación o los pobres rurales; fueron los sectores urbanos, medios o trabajadores organizados, quienes expresaron mayor interés en los derechos individuales (HUBER; RUESCHEMEYER; STEPHENS, 1993; LIPSET, 1959; MAMDANI, 1996). Aunque los activistas de derechos humanos puedan desear que los pobres estén familiarizados con su trabajo, algunos expertos argumentan que las realidades políticas y sociológicas estarían indicando lo contrario.

Afortunadamente, estas expectativas diversas pueden ser evaluadas con la ayuda de encuestas públicas bien diseñadas y representativas.

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2.  Datos y métodos

En esta publicación describimos nuestras Encuestas de Percepción sobre Derechos Humanos (RON; CROW, en prensa). Brevemente, reunimos los datos de México y Colombia con la colaboración del equipo encuestador de Las Américas y el Mundo del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) en la Ciudad de México.1 Recolectamos los datos de Marruecos e India en colaboración con empresas encuestadoras locales.

México: Nuestros datos de México incluyen una muestra nacional representativa de 2400 adultos de 18 años en adelante, junto con una muestra más pequeña de 500 personas escogidas de la “elite de poder” de México (MILLS, 2000), incluyendo ejecutivos de empresas, figuras políticas, representantes de la alta burocracia, periodistas y académicos. Esta segunda muestra de las elites es ilustrativa, no es estadísticamente representativa.

México es un buen caso para investigar la familiaridad con los derechos humanos. Abundan las violaciones de derechos humanos, pero la creciente democratización y cambios en el perfil socioeconómico de México, generan oportunidades para un debate más amplio y para el involucramiento ciudadano alrededor de los derechos humanos. La población de México es más rica, mejor educada y está más expuesta a ideas globales que otras, sus medios de comunicación y su sistema político son relativamente libres y su población tiene fuertes lazos con la diáspora mexicana en Estados Unidos. El país ha tenido un movimiento de derechos humanos nacional vibrante desde comienzos de los años 90’ y la retórica política del gobierno es favorable a las cuestiones de derechos humanos (ANAYA MUÑOZ, 2009). Además, los derechos humanos son un tópico recurrente, debido a la brutal guerra interna relacionada a las drogas (INTERNATIONAL CRISIS GROUP, 2013). Organizaciones criminales y de seguridad han matado a más de 70.000 personas y miles han desaparecido desde 2006.

Colombia: Nuestros datos de Colombia también incluyen una muestra nacional representativa de 1700 adultos. Tal como México, Colombia es un caso importante para investigar la familiaridad del público con los derechos humanos. La violencia que ya tiene décadas, entre las fuerzas de seguridad, las guerrillas de izquierda y los grupos paramilitares financiados por el Estado —todos con diferentes nexos con los cárteles de droga— han generado múltiples violaciones de derechos humanos. El gobierno contextualiza el conflicto como una guerra contra el terrorismo, y muchos colombianos consideran a las políticas de seguridad del gobierno como efectivas. Pero estas políticas también han producido un gran daño entre los civiles, incluyendo entre 30-50.000 desapariciones forzosas y una serie de escándalos “parapolíticos”, de conexiones entre políticos y oficiales militares con paramilitares de derecha (HUMAN RIGHTS WATCH, 2012). Al igual que México, Colombia tiene una comunidad nacional de derechos humanos activa, compuesta por cientos de grupos organizados en redes, con fuertes lazos transnacionales (BRYSK, 2009; OIDHACO, 2013).

Marruecos: Los datos sobre Marruecos incluyen una muestra de 1100 adultos, y es representativa de la población residente de Rabat y Casablanca, las capitales políticas y financieras, y de la población rural residente hasta 70 kilómetros de cada una de ellas. Marruecos también ofrece un terreno fértil para investigar la familiaridad con los derechos humanos (RON; GOLDEN, 2013). Las peores violaciones a los derechos civiles y políticos ocurrieron durante los 70’ y 80’, conocidos como “Los años de plomo”. Marruecos comenzó un proceso de liberalización en los años 90’, que incluyó en una nueva constitución, compromisos con los derechos humanos, acelerando proceso de liberalización del país con un nuevo rey en los 2000. El activismo sobre cuestiones de género ha tenido un particular avance. Aunque las restricciones y los abusos continúan contra los islamistas y los activistas del Sahara Occidental, el movimiento marroquí de derechos humanos se hace oír, tiene auto-confianza y es relativamente efectivo (SLYOMOVICS, 2005).

India: nuestros datos de India incluyen una muestra de 1600 adultos y es representativa de los residentes de Mumbai, la capital cultural y financiera del país, y las zonas rurales adyacentes del estado de Maharashtra.

La población de India es similar a la marroquí en términos de ingresos y educación; y es más pobre y menos educada que la de México o Colombia. Sin embargo, India tiene la tradición democrática más larga de los cuatro, así como también medios de comunicación críticos y una larga historia de activismo de derechos, incluyendo avances pioneros en derechos sociales y económicos (GUDAVARTHY, 2008; JHA, 2003; RAY, 2003). Estos incluyen la Ley de Derecho a la Información en 2005, la Ley de Derecho a la Educación en 2009 y la Ley de Seguridad Alimentaria Nacional en 2013. Mumbai es la base de los primeros grupos por las libertades civiles de India y es el centro de las iniciativas locales de protección de los derechos de las mujeres y de los habitantes de barrios precarios, iniciativas por mejorar las relaciones entre comunidades y reclamar por el derecho a la vivienda y la seguridad alimentaria.

2.1  Variables estadísticas

Utilizamos dos variables para medir la familiaridad del público con los derechos humanos. Para evaluar la exposición del encuestado a la terminología de derechos humanos, preguntamos: “En tu vida diaria, cada cuánto escuchas el termino “derechos humanos?” [Diariamente, Frecuentemente, A Veces, Rara vez; Nunca]. Para evaluar el contacto personal del encuestado con defensores/voluntarios de derechos humanos, preguntamos: “Alguna vez has conocido a alguien que trabaje en una organización de derechos humanos?” [Si; No].

Medimos el nivel socioeconómico de los encuestados evaluando su educación, lugar de residencia, ingresos y acceso a Internet. Para educación, preguntamos: “Cuál es el nivel más alto de educación que has completado?.”2 Para residencia urbana, codificamos el área donde los encuestados viven con las clasificaciones censales aceptadas por Marruecos. Para ingresos, utilizamos una percepción subjetiva de ingresos en relación a gastos, preguntando: “Con el ingreso total familiar, ¿qué frase describe mejor su condición de ingreso?” [“Mi ingreso me permite cubrir los gastos y ahorrar”; “Mis ingresos sólo cubren los gastos, sin mayores dificultades”; “Mi ingreso no cubre los gastos, y tengo dificultades”; “Mi ingreso no cubre los gastos y tengo grandes dificultades”].3 Para acceso a Internet, preguntamos: “¿Usas Internet?” [Sí; No]. También incorporamos dos variables de control, sexo y edad [en años].

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3.  Resultados

Comenzamos con el caso de México, ya que es el único de los cuatro casos con muestras de público general y de la elite.

El Gráfico 1 demuestra que la prevalencia de la terminología de derechos humanos tanto dentro de la elite como en el público general es alta, pero la exposición de la elite es mucho más alta. Cerca del 90% de la elite mexicana respondió haber escuchado “derechos humanos” de forma “diaria” o “frecuente”, comparado con casi el 40 % del público general. Aún así, ese 40% es extraordinariamente alta; extrapolándola, sugiere que unos 30 millones de adultos mexicanos están expuestos a las palabras derechos humanos diariamente.

Es notable que la exposición a los derechos humanos en Colombia y en Marruecos sea aún mayor. Como lo muestra el Gráfico 2, el 49 % de los adultos colombianos declaran escuchar rutinariamente el término derechos humanos, mientras que un 54 % de los adultos viviendo en o cerca de Rabat y Casablanca reportan escuchar regularmente en francés droits de l’homme o en arábe hukuk al insaan. Y si bien nuestra encuesta en India releva índices más bajos de exposición pública —sólo 20 % de los adultos viviendo en Mumbai y alrededores declararon escuchar regularmente tanto en Hindi manavaadhikara o en Marathi manaviadhikara— incluso esta exposición comparativamente baja también parece alta.

El contacto personal con defensores de derechos humanos fue, como era de esperar, mucho más bajo. Sumado a esto, en México nuestras muestras separadas de elite y de público general fueron muy diferentes. Como ilustra el Gráfico 3, el 86 por ciento de las elites mexicanas declararon haber conocido a alguien de una organización de derechos humanos, comparado con sólo el 11% del público general. Los activistas de derechos humanos mexicanos circulan mucho más frecuente e intensivamente en los sectores altos de la sociedad.

Es también en este caso, que el vaso mexicano y colombiano está medio lleno, ya que el 11 y 18 % de la población general ha conocido a defensores de derechos humanos. En México, esto sugeriría un número estimado de 8 millones de personas (ver Gráfico 4). Estos altos índices seguramente provienen de los conflictos internos relacionados a las drogas, desplazamientos de poblaciones, retórica de gobierno y una fuerte presencia de activistas.

Contrario a esto, Marruecos e India presentan un contacto público con personal de derechos humanos mucho más bajo. Sólo el 7 por ciento de los adultos viviendo en o cerca de Rabat y Casablanca declaran haber conocido a un defensor de derechos humanos, mientras que en Mumbai y sus alrededores rurales sólo el 1% ha tenido esa posibilidad.

3.1  Análisis estadístico: Niveles socioeconómicos altos, mayor familiaridad con los derechos humanos

Nuestra metodología nos permite acceder a los vínculos entre factores socioeconómicos y la familiaridad con los derechos humanos. Encontramos que en los cuatro países investigados, los niveles socioeconómicos (NSE) más altos, tienen correlato con una mayor exposición a los conceptos de derechos humanos y a las personas que trabajan con los mismos. El Tabla 1 presenta un panorama general de nuestros hallazgos. El signo (+) significa una relación positiva y estadísticamente significativa entre una de nuestras cuatro variables de NSE (educación, residencia urbana, ingresos, uso de Internet) y nuestras dos medidas de familiaridad con los derechos humanos, es decir: exposición de los encuestados a la terminología de los derechos humanos y contacto personal de los encuestados con trabajadores/activistas/voluntarios de derechos humanos; un signo (-) significa una relación negativa entre NSE y familiaridad; y “n.r.” (su sigla en inglés) o “ningún resultado” significa que no hay una relación estadísticamente significativa.

En todos los países, algunas variables NSE están significativamente asociadas con mayor familiaridad con los derechos humanos y en algunos países las cuatro medidas están asociadas con mayor familiaridad con los derechos humanos. Educación y uso de Internet fueron los principales correlatos, ya que presentaban asociaciones estadísticas positivas con la familiaridad con los derechos humanos en seis de los ocho casos posibles. Seguidos por los ingresos, con una asociación positiva en cuatro de los ocho casos, mientras que residencia urbana tenía una asociación positiva en tres. Acumulativamente, estos resultados sugieren que los niveles sociales más altos están fiablemente asociados a la familiaridad con los derechos humanos en los cuatro países.

La Tabla 2 contiene los resultados completos de regresión. Siendo que la variable dependiente exposición del encuestado es ordinal –es decir, establecida en un grupo ordenado– sus efectos fueron modelados con una regresión logística ordinal, una técnica estadística comúnmente utilizada que estima los efectos netos de varios factores independientes, o variables, sobre un único, ordenado factor “resultante”, o variable. En estos modelos los coeficientes deben ser interpretados como la fuerza del efecto que una variable independiente tiene sobre las probabilidades de pertenecer a categorías “más altas” (por ej. Escuchar derechos humanos solo “diariamente”, “frecuentemente”), como opuesto a las probabilidades de pertenecer a las categorías “más bajas” (ej. Escuchar derechos humanos “a veces”, “rara vez” o “nunca”). Y puesto que la variante dependiente (o resultado) contacto personal del encuestado es una respuesta dicotómica “si/no”, usamos una regresión logística binaria. Aquí, los coeficientes deben ser interpretados como el efecto de una variable independiente sobre las probabilidades de que un encuestado nunca haya encontrado a un trabajador de derechos humanos.

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3.2  Educación

Los encuestados con mayores niveles de educación escuchan la frase “derechos humanos” mucho más frecuentemente y es más probable que hayan tenido contacto con un defensor de derechos humanos que aquellos encuestados con menor nivel educativo en Colombia, México y Rabat/Casablanca (ver Gráfico 5).

Para evaluar el impacto de la educación sobre la exposición del encuestado a las palabras “derechos humanos” fueron combinadas las dos respuestas más altas, “frecuentemente” y “diariamente”. La asociación entre educación y exposición es más elevada en Colombia (tal como muestran las tres barras situadas a la izquierda bajo la categoría “Exposición”) y México (las tres barras del medio en la categoría “Exposición”). Cerca del 64% de los colombianos con doctorado o formación equivalente (21 años de educación, barras blancas) escuchan frecuentemente derechos humanos, comparado con sólo 48% de los Colombianos que han completado el nivel medio (barras gris claro) y 27 % sin educación formal (barras gris oscuro). Lo mismo ocurre en México, donde alrededor del 58% de los encuestados con 21 años de educación, escuchan frecuentemente sobre derechos humanos, comparado con sólo el 40 % que ha completado el nivel medio y el 21 % sin escolarización. La asociación con educación no es tan pronunciada en Marruecos ( las tres barras situadas a la derecha en “Exposición”), porque una alta proporción de marroquíes sin educación (50%) escuchan frecuentemente sobre derechos humanos.

Los tres grupos de barras a la derecha del Gráfico 5, bajo la categoría “Contacto”, monitorean la asociación de la educación con la probabilidad de que el encuestado tenga contacto con un defensor de derechos humanos. El vínculo es más pronunciado en Rabat/Casablanca (las tres barras situadas a la derecha) donde, yendo desde el mínimo al máximo del grado educativo, está asociado con un aumento en la probabilidad de que el encuestado tenga contacto con un defensor de derechos humanos de 2% a 24 %. La asociación es más modesta, aunque importante, en Colombia (las tres barras situadas a la izquierda en “Contacto” ascendiendo de 8% a casi 21%) y México (las tres barras del medio en “Contacto”, con aumento de 4% a casi 15%).

3.3  Uso de Internet

El Gráfico 6 muestra las probabilidades estimadas de exposición y de contacto del encuestado, entre usuarios de Internet (barras gris oscuro) y no usuarios de Internet (gris claro). La asociación positiva con la exposición del encuestado es más fuerte en Mumbai, donde 27% de los usuarios de Internet escuchan sobre derechos humanos frecuentemente, comparado con sólo el 12% de los no usuarios de Internet. En Colombia, 59% de los usuarios de Internet están frecuentemente expuestos al discurso de derechos humanos, comparado con el 45% de no usuarios de Internet. La diferencia en México es menor, aunque estadísticamente significativa, de 39% versus 35%.

Los datos evidencian una asociación similarmente positiva entre Uso de Internet y contacto del encuestado con defensores de derechos humanos. En Colombia, las probabilidades que un encuestado haya tenido contacto personal con un defensor de derechos humanos aumenta con el uso de Internet de 14 a 23%, mientras que en Rabat/Casablanca y Mumbai, más que lo duplica.

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3.4  Ingresos

El Gráfico 7 muestra la asociación de la exposición y del contacto del encuestado con el ingreso. Analizamos el tamaño de estos efectos a través de la comparación entre aquellos en el máximo y en el mínimo de nuestra escala de ingresos percibidos. En Colombia, aquellos que “no pueden cubrir sus gastos” y tienen “grandes dificultades económicas” (las barras gris oscuro) tienen cerca del 37% de posibilidades de escuchar frecuentemente sobre derechos humanos (las barras situadas a la izquierda en gris oscuro bajo la categoría “Exposición”) y un 11% de chances de haber conocido a un defensor de derechos humanos (las barras gris oscuro de la izquierda bajo la categoría “Contacto”). Estos números aumentan a un 53% y 17%, respectivamente, para los colombianos cuyos ingresos les permiten “cubrir gastos y ahorrar” (barras gris claro a la derecha de las barras oscuras para “no pueden cubrir sus gastos/mayores dificultades”).

En México, estas mismas asociaciones son estadísticamente significativas, aunque no tan claramente. Los mexicanos más pobres, tiene un índice de exposición del encuestado a los derechos humanos de 32 % (la segunda barra gris oscura de izquierda a derecha) así como 5 % en el índice de contacto personal (la barra gris oscura que se sitúa a la derecha). Los encuestados más ricos, por el contrario, tienen mayores índices de exposición y contacto (39% y 10 %, respectivamente, como muestra la segunda barra gris claro de izquierda a derecha y la barra gris claro situada a la derecha).

Sin embargo, en Mumbai, la exposición a la frase “derechos humanos” decrece con el ingreso (las dos barras bajo la categoría “Mumbai”). Los datos sugieren que las personas más ricas que viven en Mumbai o en las cercanías, escuchan derechos humanos “frecuentemente” alrededor de siete puntos porcentuales menos que los pobres. Curiosamente, los defensores de derechos humanos y los mensajes sobre el tema, circulan más fuertemente entre los sectores pobres, en esta parte de India. A pesar de que este hallazgo particular no socava nuestro argumento general, sugiere que en este contexto sucede algo un poco diferente.

3.5  Residencia urbana

Finalmente, el hecho de residir en una ciudad, tiende en general, a estar asociado con más exposición y contacto del encuestado. Los residentes urbanos en México, por ejemplo, tienen más probabilidades de escuchar derechos humanos más frecuentemente (39%) y de que hayan encontrado a un defensor de derechos humanos (12%) que los encuestados rurales en México (35% y 7% respectivamente). De igual modo, los residentes urbanos de Mumbai tienen mayores promedios de exposición del encuestado (18%) más que los Maratís rurales (12%).

Sin embargo, nuevamente se presentan algunas diferencias desconcertantes. En Colombia, por ejemplo, los colombianos rurales tienen más exposición del encuestado que los urbanos (45% y 38%) y la explicación puede estar vinculada a la guerra contra las drogas en Colombia, a las campañas sobre contrainsurgencia y a las consecuentes violaciones de derechos, mucho de lo que ocurre en las zonas rurales. Una vez más, este hallazgo contra-intuitivo nos recuerda que es vital la recolección cuidadosa de datos específicos de cada país.

A pesar de estas dos excepciones, la relación positiva entre nivel socioeconómico y familiaridad con los derechos humanos es un hallazgo general fuerte, sólido ante las diferentes medidas de familiaridad (como exposición del encuestado y contacto personal del encuestado) y el nivel socioeconómico (educación, ingreso, uso de Internet y residencia urbana).

3.6  Controles

Nuestras dos variables de control, edad y sexo, son también estadísticamente significativas en algunas circunstancias. Los hombres tienen más probabilidades que las mujeres, de escuchar la frase derechos humanos, en Colombia y en Mumbai (ver Cuadro 2), mientras que los índices de contacto personal con defensores de derechos aumenta con la edad en México y Marruecos. La exposición del encuestado, aumenta aún más con la edad en Colombia.

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4.  Aportes para el debate

Nuestras Encuestas de Percepción sobre los Derechos Humanos muestran que el común de las personas a través de las regiones, divisiones lingüísticas, religiosas y tradiciones coloniales, escuchan frecuentemente la frase “derechos humanos”. El contacto personal con activistas de derechos humanos, es sin embargo, mucho menos frecuente. Los datos también muestran que tanto la Palabra derechos humanos y sus Mensajeros circulan más fuertemente entre los encuestados más ricos, mejor educados y con más acceso a Internet. A pesar de que estos resultados puedan decepcionar a los activistas de derechos humanos con ganas de apoyar solidariamente a los pobres, no deberían sorprender. Después de todo, muchos observadores sospechaban que así era, pero ninguno hasta ahora, había brindado una evidencia sistemática.

No hay motivos para sospechar que la mayor familiaridad con los derechos humanos garantiza buenas acciones o intenciones, por supuesto. A pesar de que nuestro estudio muestra que las elites están más expuestas a los términos de derechos humanos y a los activistas que los más pobres, las elites también son la fuente de muchos de los problemas persistentes en términos de derechos humanos. Nuestro estudio no afirma que la familiaridad con los derechos humanos cambia el comportamiento para mejor. La cuestión más importante, desde nuestro punto de vista, es el de la representación. Si la familiaridad con los términos de los derechos humanos y con los activistas declina con el nivel socioeconómico, la afirmación de las organizaciones de derechos humanos de representar a los pobres y marginados, queda claramente debilitada. No se puede afirmar que se “representa” a personas que uno nunca ha encontrado, o que raramente escuchan nuestro mensaje.

¿La mayoría de los grupos de derechos humanos buscan representar a los pobres? Esta cuestión es fundamental en debates de larga data. Algunos ven al movimiento de derechos humanos como apropiadamente orientado a las elites, argumentando que la principal misión de los grupos de derechos humanos es, y debería ser, apoyar reformas en los niveles más altos, lo que es en general de naturaleza técnica, política o legalista (GONZALEZ, 2013). Si esto es verdad, la familiaridad comparativamente menor de aquellos con niveles socioeconómicos menores no debería generar mayores preocupaciones; son las elites el verdadero público al que se apunta. Sin embargo, otros sugieren que la principal contribución de los grupos de derechos humanos es servir como conectores entre comunidades de base, activistas y elites (ANSOLABEHERE, 2013; GALLAGUER, 2013). La actividad de los derechos humanos, desde esta perspectiva, no es la de un concurso de popularidad, sino más bien un esfuerzo de creación de redes que se teje en los bastidores y que promueve, a la distancia, las demandas de los grupos marginalizados.

Para muchos otros, sin embargo, el rol correcto de los grupos de derechos humanos debería ser representar y afirmarse en solidaridad con los pobres. Esto, por ejemplo, es la mirada de aquellos que escriben sobre el “enfoque de desarrollo basado en los derechos”, un enfoque que ha ganado muchas adhesiones en los últimos tiempos (KINDORNAY; RON; CARPENTER, 2012). También es común entre aquellos preocupados por la promoción de los derechos humanos como una forma de activismo de masas, más que como una práctica profesional de lobby político y legal (BANYA, 2013; BROWNE; DONNELLY, 2013; ZIV, 2013). Los analistas y activistas de este tipo estarán preocupados por nuestros resultados y tal vez los usen para presionar a los grupos de derechos para hacer más y mejores contactos con la población en general y con los más pobres.

Esto es posible, por supuesto, para aquellos grupos de derechos humanos que asumen ambos roles, de trabajo con elites y con las personas de los niveles socioeconómicos más modestos (AZZAM, 2014). Aún así, si quieren que sus afirmaciones de representación tengan legitimidad, los activistas de derechos humanos deben ampliar su alcance y comprometerse de forma más seria, amplia y genuinamente con el común de la gente. Estos intentos de llegar a otros, deben cuidarse de los enfoques condescendientes, financiados desde el exterior, de arriba hacia abajo, descriptos de manera alarmante por antropólogos críticos tales como Harry Englund (ENGLUND, 2006). Intentar llegar a los pobres no puede quedar reducido al estilo de desarrollo de marco lógico, en el que las visitas inútiles a las comunidades rurales y a poblaciones pobres, se enumeran en una hoja de cálculo para satisfacer a los cooperantes.

Para garantizar que el compromiso con las personas comunes sea positiva y genuina, los grupos de derechos humanos deben reclutar más voluntarios y miembros efectivos y mejorar su capacidad para movilizar recursos entre individuos y comunidades de bajos recursos (ASHRAF 2014; SURESH 2014). Una mayor representación y familiaridad con los derechos humanos entre los pobres, se verá favorecida por un enfoque más popular para la movilización de recursos (RON;PANDYA, 2013).

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Referencias

Bibliografía y otras fuentes

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Notas

1. La encuesta Las Américas y el Mundo, su informe y datos, están disponibles en http://lasamericasyelmundo.cide.edu. Visitado el: 21 jul. 2014.

2. Adaptamos esta pregunta a las peculiaridades del sistema de cada país.

3. Utilizamos las medidas de ingresos monetarios tradicionales, sin embargo pueden llevar al error.

James Ron

James Ron ocupa la cátedra Stassen de Relaciones Internacionales de la Escuela Humphrey y del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Minnesota. Dirige la revista Human Rights Perceptions Polls, es profesor asociado del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) de México, y fundó el foro multilingüe online para estrategas de derechos humanos, openGlobalRights.

Email: jamesr@umn.edu

Original en inglés. Traducido por Maité Llanos.

Recibido en abril de 2014.

David Crow

David Crow es Profesor-Investigador (Profesor Asistente) en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) de México, donde dirige la encuesta Las Américas y el Mundo. Investiga sobre política mexicana, democracia, derechos humanos, migraciones y relaciones internacionales. Da clases sobre estos temas y sobre métodos estadísticos de investigación.

Email: david.crow@cide.edu

Original en inglés. Traducido por Maité Llanos.

Recibido en abril de 2014.

Shannon Golden

Shannon Golden tiene un doctorado en Sociología de la Universidad de Minnesota, donde se enfocó en la reconstrucción de comunidades en Uganda en la post-guerra. En la actualidad es investigadora postdoctoral en el Human Rights Perceptions Project de la Escuela Humphrey of Asuntos Públicos, Universidad de Minnesota.

Email: golde118@umn.edu

Original en inglés. Traducido por Maité Llanos.

Recibido en abril de 2014.