Perfil

“En un contexto de vida o muerte, la no violencia es un privilegio”

Ayla Akat Ata

Activista kurda lidera proyecto radical de democracia feminista, anticapitalista y antinacionalista

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RESUMEN

Como una de las fundadoras del Congreso de Mujeres Libres de Kurdistán, la abogada, activista y ex parlamentaria kurda Ayla Akat Ata es portavoz y testigo de una de las luchas más poderosas y radicales de resistencia de la actualidad. Para el movimiento kurdo, no habrá democracia total sin la liberación de las mujeres, que deben liderar el proceso revolucionario en todos los ámbitos de la vida y de la política.

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Por Laura Daudén

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El salón de conferencias de un hotel del nordeste brasileño estaba lleno, aunque eran visibles las ausencias. En una mesa preparada para cinco, estaban sentadas solo dos panelistas – la activista, escritora y estudiante de doctorado en Cambridge Dilar Dirik y la abogada, activista y ex parlamentaria Ayla Akat Ata.

Ayla fue la única del grupo que pudo dejar Kurdistán, un territorio dividido entre Turquía, Siria, Irak e Irán, para participar en el Foro AWID (Asociación para los Derechos de las Mujeres y el Desarrollo, por sus siglas en inglés). Nobhar Mostafa, Meral Çiçek y Özlem Yasak no tuvieron la misma suerte: el estado de sitio en Irak, la persecución a opositores en Turquía y los constantes ataques del Estado Islámico en la frontera siria impidieron sus viajes.

Junto a Ayla, ellas hablarían justamente sobre sus luchas para implantar, en uno de los contextos políticos y militares más complejos del mundo, un proyecto radical de democracia, ecología y liberación de las mujeres. Hablando en turco, entre sonrisas y aplausos, Ayla no se preocupaba por esconder su incomodidad. “Crecí en estado de sitio. No sé como es vivir sin estado de sitio. La armonía de este hotel es demasiado para mí.”

Ayla nasció en Sur, corazón de la región de Diarbaquir, en el norte de Kurdistán (este de Turquía). Pero no es el valor histórico de su ciudad natal, con sus centenas de edificios y estructuras milenarias, lo que ocupa el relato y la memoria de la abogada. Después de un nuevo intento de paz entre el gobierno del presidente Recep Erdoğan y el movimiento de liberación kurdo, iniciado en 2013 y concluido sin éxito en abril de 2015, Sur fue blanco de cercos y ataques sucesivos por parte del ejército turco. La escalada de violencia fue brutal.

“Por primera vez en la historia vimos la guerra bajar de las montañas y llegar a las ciudades. Ahora Sur está repleta de soldados. Existen áreas que fueron completamente destruidas o quemadas por el Estado. Hay barrios que fueron sitiados por hasta nueve meses y la ciudad estuvo cercada por semanas y semanas. Está claro que las personas fueron desplazadas. Y, como toda guerra, esta afectó principalmente a mujeres y niños”, relata.

Sur no es un blanco aleatorio del gobierno turco. En 2015, la ciudad desafió la centralidad despótica de Erdoğan al proponer un sistema autónomo de administración, muy similar al que viene siendo aplicado por otros municipios liderados por partidos kurdos en esa región. Las víctimas de esta embestida militar, afirma Ayla, tampoco fueron casuales.

“Somos un movimiento antinacionalista y antimilitarista. Estamos contra este tipo de guerra y vemos que las áreas de autogobierno y autoadministración kurdas fueron atacadas. No fue aleatorio, fue un ataque contra un sistema democrático que resiste a un Estado antidemocrático. Tres mujeres de nuestro movimiento fueron explícitamente asesinadas en Silopi. El ejército sabía exactamente donde ellas estaban y sabía que no eran combatientes armadas”, explica Ayla, que es una de las fundadoras y portavoces del Congreso de Mujeres Libres de Kurdistán (KJA), una organización social que reúne 501 delegadas y trabaja en 12 comités temáticos que incluyen desde diplomacia hasta ecología.

La autonomía política y administrativa que explica la nueva ola de violencia contra los kurdos que viven en Turquía es hoy, junto con la liberación de las mujeres, uno de los más importantes pilares del movimiento kurdo de resistencia.

No siempre ha sido así: cuando fue oficialmente creado, en 1978, y en sintonía con otros movimientos de liberación nacional de raíz marxista-leninista, el PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) tenía como principal objetivo la creación de un nuevo Estado-nación independiente que liberase a Kurdistán – y los pueblos más diversos que viven en su territorio, desde armenios hasta yazidis – de las fronteras artificiales impuestas por el Tratado de Lausanne firmado en 1923 entre las potencias europeas y el Imperio Otomano.

El paradigma comenzó a cambiar en los años 2000, por iniciativa del líder del movimiento, Abdullah Öcalan. En la isla prisión de Imrali, donde desde 1999 cumple en soledad una sentencia perpetua, Öcalan desarrolló el concepto de “modernidad democrática” y disolvió el PKK para dar lugar al KCK, la Unión de Comunidades de Kurdistán – una organización coordinadora en formato de congreso.

La idea detrás del nuevo proyecto kurdo de liberación, como explicó Dilar Dirik al público presente en el salón del hotel, es “aislar la idea de autodeterminación del Estado”. “Somos víctimas de Estados impuestos, pero crear otro Estado no es la solución. En realidad, pensamos que ese es el problema. Debemos separar nuestra idea de libertad del Estado”, afirma la activista. “Estamos luchando contra una gran colaboración entre el Estado-nación, el capitalismo y el patriarcado y no podemos nunca desconectar uno del otro.”

Ese proyecto ya es realidad en diversos territorios kurdos y alcanzó su máxima expresión con la revolución de Kobane, en la región de Rojava, al oeste de Kurdistán (norte de Siria). En la década de 1960, esa zona fue blanco de la política de “cinturón árabe” elaborada por el régimen del partido Baath, del actual presidente Bashar al Assad, que consistía en el asentamiento de colonos árabes para transformar la demografía del lugar.

“La idea era hacer que los árabes fueran hostiles con los kurdos y viceversa. Era un intento de poner a una comunidad contra la otra, con una de ellas haciendo el papel de agente del Estado”, explica Ayla.

En 2012, el movimiento kurdo decidió tomar las estructuras administrativas de la ciudad e implantar allí, los principios de Öcalan. Una revolución fue declarada y un contrato social, firmado. “Los pueblos de la región de Royava formaron una oposición democrática contra Assad. Ellos defendían la posibilidad de autogobernarse – y estaban totalmente capacitados para eso. Es muy difícil construir la autodeterminación sin alinearse a uno de los lados. Pero de alguna forma, a pesar de sus diferencias étnicas y religiosas, esos pueblos consiguieron proponer la idea de una nación democrática en contraposición al Estado-nación – que es una de las principales facetas del sistema capitalista”, cuenta la abogada.

“En la revolución en Royava, el concepto de nación democrática consiguió unir a árabes, kurdos, turcos, asirios y armenios en organizaciones militares, pero también civiles y políticas, contra la idea de ‘un Estado, una nación’”.

Como explicó Ayla en una conversación privada en la víspera de la conferencia, esa autoorganización fue determinante en el episodio que puso a Kobane bajo la mirada internacional en 2014. Después de cuatro meses de resistencia y centenas de muertes, la ciudad derrotó al Estado Islámico – una lucha ampliamente explotada y romantizada por medios de comunicación occidentales, sorprendidos por las imágenes de mujeres kurdas de todas las edades tomando las armas en defensa de la ciudad.

No era la primera vez que kurdos y kurdas enfrentaban el fundamentalismo religioso. En agosto, poco antes del asalto a Kobane, la población yazidi de la ciudad iraquí de Shengal (o Sinjar) fue abandonada a su propia suerte por el gobierno kurdo local y masacrada por las fuerzas del Isis, en ese entonces fortalecidas por la toma de la ciudad de Mossul. Todo sucedió bajo el más estruendoso silencio de los actores implicados en la guerra siria. Las frágiles estimaciones que existen sobre el ataque hablan de cinco a diez mil muertes, además de las siete mil mujeres secuestradas como esclavas sexuales (miles aún están en cautiverio).

Como explicó Ayla, lejos de sucumbir a la victimización o a la romantización de su lucha, las mujeres yazidis fueron protagonistas de la reconstrucción de la ciudad y, en un paso histórico para el movimiento feminista kurdo, crearon los primeros consejos autónomos de mujeres en Shengal.

El mismo proceso fue visto en Kobane. “Las fuerzas islámicas afirmaron que el ataque era ‘halal’, que es la palabra usada para permitido o legal. Entonces sería permitido hacer lo que quisieran en esas tierras y con las mujeres kurdas. Pero las mujeres de Kobane decidieron resistir, no se rindieron, y formaron unidades de autodefensa”.

Para la abogada, “hay una realidad ideológica por detrás de esa decisión y no se trata solamente de una fuerza física que se contrapone a una fuerza opresiva. Eso es resultado de una lucha de décadas, de décadas de trabajo y es resultado del deseo y de los sacrificios de las mujeres kurdas para organizarse”.

En la mañana del debate, el tema volvió a ganar centralidad. Al ser cuestionada por una de las activistas de la platea sobre la aparente contradicción de la autodefensa armada con los principios del movimiento feminista, Ayla respondió sin dudar: “El movimiento kurdo es antimilitarista, pero en este contexto de vida o muerte, es un privilegio decir que eres no violenta”, dijo bajo aplausos efusivos.

A pesar del destaque que se le da a las estrategias de autodefensa de las mujeres kurdas, organizaciones y movimientos como el Congreso de Mujeres Libres de Kurdistán (KJA), del cual Ayla es parte, han probado que la centralidad de la lucha feminista kurda está en todos los ámbitos de la vida social, construyendo una nueva relación entre las estructuras locales y centrales.

El KJA fue oficialmente fundado en 2015, pero se remonta a la resistencia de mujeres como Leyla Zana, la primera kurda en integrar el parlamento de Turquía – conquista que Ayla Akat y otras mujeres repitieron años después. Leyla escandalizó al poder central en Turquía al expresar un párrafo de su pronunciamiento de asunción en kurdo: “Daré lo mejor de mí para luchar por la fraternidad entre turcos y kurdos”, afirmó. En esa época usar el idioma en espacios públicos era aún ilegal. Tres años después del discurso, el partido de Zana fue prohibido y ella, detenida y sentenciada a 15 años de prisión.

Ayla es exponente del camino abierto por Leyla. Representando la provincia de Batman ella fue electa por dos mandatos consecutivos entre 2007 y 2015. En el Parlamento, integró los comités de Justicia y Constitución y de Oportunidades Igualitarias para Hombres y Mujeres. Participó también, en el comité especial de reforma constitucional – siendo, entre doce personas, la única mujer y la más joven. En 2013, cuando se inició el proceso de paz entre turcos y kurdos, ella fue una de las primeras políticas a encontrarse con Abdullah Öcalan en prisión.

Una de las más exitosas – e innovadoras – iniciativas políticas defendidas por Ayla y otras políticas kurdas es el sistema de copresidencia que determina que todo cargo de liderazgo, sea en los partidos, sea en los consejos comunitarios, debe estar dividido entre un hombre y una mujer.

“Puede sonar un poco incomprensible que personas del siglo 21 sean perseguidas por demandar cupos femeninos, pero eso es lo que nos pasó. Muchas de nosotras enfrentamos sentencias por defender ese sistema, que determina que un hombre y una mujer siempre dividan la presidencia de cualquier institución”, explica. A pesar de la resistencia por parte de los hombres y de las instituciones, la copresidencia ya es un hecho en ciudades kurdas en Turquía. Según Ayla, después de las elecciones municipales de 2014, 105 ciudades de Kurdistán adoptaron ese sistema.

Otros cambios fueron paulatinamente implementados en la estructura social gracias al trabajo del movimiento feminista, como es el caso de las “casas de mujeres” que ofrecen abrigo y atención a mujeres kurdas que enfrentan acoso, violencia sexual o doméstica. Cualquier caso que involucre violencia de género es juzgado por tribunales autónomos formados exclusivamente por mujeres. El sistema educativo también fue reformulado para incluir la enseñanza de historia de las mujeres, así como la estructura de comunicación. Se fundó, por ejemplo, la primera agencia de noticias formada solo por mujeres de Medio Oriente, la Jinha.

“Tenemos una idea de liberación que realmente se refleja y encuentra expresión dentro de la sociedad”, dice Ayla. Aun así, para ella, todo el trabajo realizado no es suficiente y ni siquiera la tan aclamada paz en la región podrá, per se, garantizar la libertad democrática radical que las mujeres kurdas proponen.

“Nosotras sí queremos vivir en igualdad y libertad con las personas con las que convivimos; sí queremos una nueva definición de patria y ciudadanía; queremos el derecho a la educación en nuestra lengua materna; queremos que la administración central dé más poder a las estructuras locales; queremos una nueva definición de secularismo, de modo que toda religión, toda identidad y lengua puedan expresarse y sobrevivir en ese contexto. En un escenario de paz, tal vez algunas de esas demandas sean resueltas. Muchos movimientos feministas y de liberación nacional pasaron por esa experiencia de mandar a las personas de vuelta a sus casas una vez alcanzada la idea general de liberación. Pero no estamos aquí para ser mandadas de vuelta a casa. La lucha de las mujeres es mucho más larga.”

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El día 26 de octubre, pocas semanas después del cierre de este artículo, Ayla Akat fue detenida por la policía turca. Ella participaba en una protesta frente a la alcaldía metropolitana de Diyakbakir contra el encarcelamiento, el día anterior, de los coalcaldes kurdos Firat Anli y Gültan Kisanak – la ex parlamentaria Gültan fue la primera mujer electa para la alcaldía de la ciudad y es otra importante referencia del movimiento feminista kurdo.

Los tres permanecieron detenidos por cuatro días y, luego de ser juzgados en una corte local, fueron transferidos a la cárcel de seguridad máxima de Kijanak, a más de 1,3 mil kilómetros de Diyarbakir, sin que sus abogados fueran advertidos.

La fiscalía acusó a Gültan de “integrar un grupo terrorista armado” y a Firat de “intentar separar el territorio bajo soberanía del Estado”. Ayla por su parte, respondió por “administrar una organización terrorista”.

Desde las detenciones, el Congreso de Mujeres Libres de Kurdistán ha protagonizado una campaña internacional para presionar al gobierno turco por la liberación del grupo.

La región de Diyarbakir, como se ha señalado en el artículo, es el epicentro de la nueva ofensiva del presidente Recep Erdoğan contra la oposición kurda. Entre octubre y noviembre, decenas de activistas, autoridades y periodistas fueron presos y canales de televisión y radio, invadidos y cerrados.

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